El melón del desierto




En el desierto de Namibia en el sur de África, existe un fruto parecido a un melón, que es cosechado para ser consumido. Su presencia en semejante lugar nos sorprende. ¿Dónde encuentra el agua indispensable para crecer en un lugar tan árido?
Los botánicos que lo estudiaron hallaron que no sólo posee raíces muy largas que van hasta la más pequeña veta de agua, sino que también absorbe la más mínima humedad del aire.

Este ejemplo nos recuerda el versículo del día y nos anima a permanecer cerca de Jesús, “manantial de aguas vivas” (Jeremías 17:13), a fin de llevar fruto para Dios.
La primera condición es, por supuesto, ser un hijo de Dios, haber puesto su confianza en él por medio de Jesucristo. “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” (Hechos 16:31).

Luego, así como la planta extiende sus raíces hacia la corriente, es necesario ir a Él, a su Palabra, cada día, para sacar agua, lo que sacia la sed interior.
Jesús nos dice: “El que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5).

“Arraigados… en él” (Colosenses 2:7) tendremos todas las fuentes necesarias para desarrollarnos y vivir para él.
Por medio de la lectura de la Biblia escuchamos a Dios hablarnos. Mediante la oración somos nosotros quienes le hablamos.


Bendito el varón que confía en el Señor, y cuya confianza es el Señor. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces… en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto. Jeremías 17:7-8


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