LA TIERRA DEL PACTO EN EL NUEVO TESTAMENTO
El pacto de
Dios respecto a la Tierra de Israel en el Antiguo Testamento, la tierra
prometida a Abraham, continúa vigente en el Nuevo Testamento. Aunque quizás no
se encuentre muy explícito, está implícito y muy patente. Existe amplia
evidencia para ello, pese al deseo de los críticos por intentar ilegitimar el
derecho de Israel a su tierra.
Según la
comprensión cristiana, el Antiguo y el Nuevo Testamento componen el canon
bíblico, o la unidad de la Escritura, y establecen la perpetuidad del pacto en
cuanto a la Tierra. El pacto en el Antiguo Testamento no fue abrogado por
ningún evento en el más Nuevo Testamento. Dado que los descendientes de
Abraham, Isaac y Jacob todavía son el pueblo escogido de Dios porque aún mantiene
Su pacto con ellos, la Tierra todavía está reservada para el pueblo judío. En
estos momentos, los hijos de Israel que han regresado están parados firmemente
sobre las promesas de Dios mientras están parados firmemente sobre su Tierra.
Llene el
siguiente blanco: Dios deseó redimir al mundo, y envió a _____. Claro está, los
cristianos responderíamos "Su Hijo," y eso es correcto según la "plenitud del tiempo" (Gál.
4:4). Pero Dios comenzó Su proceso de redimir al mundo cuando envió a Abram
(luego Abraham) desde Mesopotamia a una tierra que le mostraría. Dios prometió
a ese anciano que haría de él una gran nación, y establecería muchas naciones
por medio de él. Le bendeciría, y bendeciría a quienes le bendijeran, y sería
una gran bendición al mundo (Gén. 12:2-3). Dios inició su maravilloso plan de
redención por medio de un hombre escogido en una Tierra escogida.
El Dios de
Abraham fue muy específico cuando dijo: "Y
te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra de tus
peregrinaciones, toda la tierra de Canaán como posesión perpetua. Y Yo seré su
Dios" (Gén. 17:8). Por medio del pacto que confirmó luego con Isaac y
Jacob (Israel), esa porción de tierra les fue dada como herencia perpetua,
conocida como la "Tierra de Israel."
La Tierra de Yeshúa:
Un mapa en mi
Biblia indica que Yeshúa (Jesús) vivió
en una tierra llamada "Palestina." Algunos insisten en perpetuar ese
desafortunado error debido al nombre que le fue dado a la Tierra mucho después
del tiempo de Yeshúa. ¿Cuál es el
nombre bíblico correcto en esos tiempos? Uno sólo tiene que leer hasta el
segundo capítulo del Nuevo Testamento para ver la respuesta. Allí, el Señor
envía a Su mensajero celestial para decir a José: "Levántate, toma al Niño y a Su madre y vete a la tierra de
Israel…" (Mat. 2:20a). Aparentemente, no existe confusión en el cielo
sobre quién es el propietario de esa Tierra.
¿Y quién
podrá contradecir a una madre judía? La madre de Yeshúa confirmó la llegada del Hijo de Dios a esa misma Tierra del
pacto. Miriam (María) concluye su magnífica canción con: "Ha ayudado a Israel, Su siervo, para recuerdo de Su misericordia
tal como dijo a nuestros padres, a Abraham y a su descendencia para
siempre" (Luc. 1:54-55). Aquí encontramos otra razón por llamar a esa
joven judía como "bendecida" (v. 48). Considere el origen físico de Yeshúa un momento. "En secreto" fue "entretejido
en las profundidades de la tierra" (Sal. 139:15). Su precioso cuerpo
fue formado con los elementos de esa Tierra. Su sangre bañó el polvo de
Jerusalén.
Esa es la misma
Tierra de Dios de la que hablamos: "Es
una tierra que el SEÑOR tu Dios cuida; los ojos del SEÑOR tu Dios están siempre
sobre ella…" (Deut. 11:12). Usemos ahora nuestros ojos para encontrar
otras referencias a la Tierra de Dios en el Nuevo Testamento.
Referencias en el Nuevo Testamento:
"Porque los dones y el
llamamiento de Dios son irrevocables" (Rom. 11:29). Ese verso es en referencia a Israel, a los dones que
el apóstol Pablo describe como eternos e irrevocables. Y ningún don es más
central al llamado de Dios para Israel que la Tierra. La referencia de Pablo al
perdurable olivo con su raíz cultivada y santa a la que los gentiles fuimos
injertados y hechos participantes (v. 17) es un recordatorio del pacto de la
Tierra. Malcolm Hedding extiende la alegoría diciendo que el olivo requiere
tierra donde su raíz permanezca y crezca. Sí, la mera existencia de Israel
requiere posesión de la Tierra.
"…Escúchenme, hermanos y
padres. El Dios de gloria apareció a nuestro padre Abraham (NBLH)…y le dijo: Sal de tu tierra y de tu
parentela, y ven a la tierra que te mostraré (RVG 2010)'" (Hech. 7:2-3). ¿Cuántos predicadores presentan el Evangelio
comenzando con la Tierra de Israel? El diácono Esteban, lleno del Espíritu
Santo y sabiduría (Hech. 6:3), así lo hizo. Hablando con el Concilio de líderes
judíos, ese valiente hijo de Israel arraigó el Evangelio y el llamado de
"nuestro padre Abraham" a la Tierra Prometida. Fíjese en la palabra
"ven" [la versión NBLH traduce el término griego como "ve"
en lugar de "ven"]: Reflejando el pensamiento del Antiguo Testamento,
Esteban localiza a Dios en la Tierra mientras llama a Abram para que deje su
ambiente pagano y venga al lugar donde el Dios Verdadero desarrollaría Su plan
de redención.
"Pues cuando Dios hizo la
promesa a Abraham, no pudiendo jurar por uno mayor, juró por El mismo,
diciendo: 'Ciertamente te bendeciré y ciertamente te multiplicaré'" (Heb.
6:13-14). El autor del
libro a los Hebreos confirma el pacto abrahámico y la promesa de Dios en
bendecir y multiplicar la descendencia de Abraham. Con tanta descendencia, ¿no
sería necesario que Dios preservara una tierra donde florecerían los
descendientes? El maestro bíblico inglés David Pawson dice: "Dios siempre
será conocido como el Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Ese es Su nombre. Tres
nombres humanos ahora le pertenecen para siempre." El pacto incondicional
de Dios con Abraham, jurado por Su propio nombre, es poderosamente confirmado
aquí.
"…en ese tiempo ustedes
estaban separados de Cristo, excluidos de la ciudadanía de Israel, extraños a
los pactos de la promesa..." (Ef. 2:12). En lugar de "ciudadanía," la antigua
versión Reina Valera de 1909 usa el término "república" porque la
idea del término griego original es de una nación-estado con entidad soberana.
Cada nación o entidad política en la tierra tiene algo intrínseco a su
existencia: una tierra. No debe negársele un lugar físico a la república de
Israel, especialmente cuando su Tierra es garantizada en "los pactos de la
promesa" exclusiva para esa nación.
"Entonces los que estaban
reunidos, Le preguntaban: 'Señor, ¿restaurarás en este tiempo el reino a
Israel?'" (Hech. 1:6). Considere el contexto: durante 40 días, el
resucitado Yeshúa estuvo enseñando a
Sus discípulos sobre cómo funcionaría el Reino de Dios. En ese momento le
preguntaron cuándo restauraría la soberanía de Israel dada la ocupación militar
de Roma. Yeshúa da validez a la
pregunta en el verso 7 diciendo: "No
les corresponde a ustedes saber los tiempos ni las épocas que el Padre ha
fijado con Su propia autoridad..." El Maestro no los regaña por
esperar la restauración de una soberanía en un reino físico, pero les enseñó
que los tiempos estaban totalmente en las manos del Padre.
"Entonces aparecerá en el
cielo la señal del Hijo del Hombre; y todas las tribus de la tierra harán
duelo…" (Mat. 24:30a). ¿A qué se refiere aquí el término
"tierra"? El término griego "ge"
a menudo se traduce como el mundo entero o una porción de tierra específica. El
texto en Zacarías 12:11 al que se refiere este verso, mencionado nuevamente en
Apocalipsis 1:7, lleva la idea de la Tierra de Israel y Jerusalén, no al mundo
entero. En algunas traducciones al inglés equivocadamente se usa un término
para parecer que se refiere al mundo entero, pero la idea conlleva únicamente
la Tierra de Israel. Ese problema también surge en la bienaventuranza de Yeshúa: "Bienaventurados los humildes, pues ellos heredarán la
tierra" (Mat. 5:5). Aquí Yeshúa
cita al Salmo 37:11, donde el término hebreo "eretz" se refiere a la Tierra específica de Israel, no a
todo el mundo.
"Porque todas las promesas de
Dios son Sí en Él, y Amén en Él, por medio de nosotros, para la gloria de
Dios" (2 Cor. 1:20, RVG 2010). Ciertamente, todo lo que Dios ha prometido es
confirmado en Yeshúa, ¡pero eso nunca
implica que Él tomó todas las promesas hechas a Israel y se las dio a la
Iglesia! Por el contrario, los cristianos nos podemos regocijar en que Yeshúa confirmó las promesas a Israel,
que incluyen la Tierra donde nuestro Mesías nació, ministró, murió, resucitó, y
de donde ascendió y regresará, además de las promesas a la Iglesia injertada.
El Cumplimiento de "Todas las Cosas":
Yeshúa personalmente confirmó lo siguiente luego de Su
muerte: "Esto es lo que Yo les decía
cuando todavía estaba con ustedes: que era necesario que se cumpliera todo lo
que sobre Mí está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los
Salmos" (Luc. 24:44). De la misma manera podemos estar seguros que
todo lo que está escrito respecto a Israel también será cumplido. Considere
estos versos:
"A [Yeshúa] el cielo debe recibir hasta el día
de la restauración de todas las cosas,
acerca de lo cual Dios habló por boca de Sus santos profetas desde tiempos
antiguos" (Hech.
3:21). El apóstol Pedro declaró que Yeshúa
vino una vez para redimir al mundo y luego nuevamente para reinar. Mientras
tanto, nuestro Señor está sentado en el cielo hasta que "todas las
cosas" sean completadas. Pedro dirigió la atención de su público a esas
mismas cosas que fueron proclamadas por los profetas del Antiguo Testamento.
Los profetas de Dios hablaron repetidamente sobre la futura restauración de
Israel a una plena soberanía en su propia Tierra del pacto. Vemos cómo se ha
cumplido eso hoy día, tal como lo anunciaron.
"…según el Camino que ellos llaman secta, yo
sirvo al Dios de nuestros padres, creyendo todo lo que es conforme a la Ley y
lo que está escrito en los Profetas" (Hech. 24:14). Pablo, dirigiéndose al gobernador
romano en Cesarea, pronunció un poderoso discurso apologético. Defendió su fe
en el Dios de Abraham, Isaac y Jacob según "el Camino" establecido
por Yeshúa. Implícita estaba su fe en
"todas las cosas" que están escritas en la Torá (Génesis a Deuteronomio) y registradas por los profetas. Si
nosotros tenemos esa misma fe, también estaremos convencidos en la perpetuidad
del pacto de Dios respecto a la Tierra de Israel.
Confrontando a los Críticos:
Así como
Pablo, debemos saber cómo defender nuestra fe para confrontar a los críticos,
tanto los seculares como los religiosos, quienes niegan el cumplimiento de las
promesas dadas a Israel. El principal reto teológico surge de los términos
"cumplimiento" en contraste con "fin" de todas las cosas o
planes de Dios (como vemos en Romanos 10:4).
Comencemos
por definir lo que significa "cumplimiento." Los críticos prefieren definirlo
como ponerle fin a algo. Una mejor teología resulta cuando uno lo interpreta
como la plenitud de algo, poner algo en efecto, satisfacer los requisitos de
algo, convertir algo en realidad o desarrollar el potencial de algo. Aunque se
podría interpretar que el Nuevo Testamento es el "fin" de las
promesas de Dios dadas a Israel, realmente debería interpretarse como el
"cumplimiento," la plenitud, la realidad alcanzada, y la continuidad
de una promesa. En términos de Dios, quien cumple todos Sus pactos, eso
significa cumplir Su juramento y guardar Su promesa, no quebrantarla.
Tristemente,
diferentes lógicas producen teologías contradictorias. Los críticos prefieren
interpretar el pacto respecto a la Tierra como algo que sólo puede existir para
uno o para el otro, y no para ambos a la misma vez. Creen que Dios no puede
tener una tierra física para los judíos si existe una realidad espiritual para
los cristianos. Ambas cosas no pueden coexistir. Pero encontramos que cosas
pueden funcionar a la par. Dios tiene tanto una Tierra física para los judíos y
una realidad espiritual para los cristianos.
Eso permite
que dos cosas ocurran a la vez, algo que se observa frecuentemente en las
Escrituras. Dios controla el universo de manera soberana, y también le da libre
albedrío al hombre; una profecía puede referirse a algo inmediato y también a
largo plazo; en teología cristiana, Yeshúa
es tanto hombre como Dios. Si usamos una lógica adecuada, es fácil ver que Dios
tiene tanto un plan para Israel y otro para la iglesia.
Respuestas a Interrogantes Comunes:
Mucho más
superior a la lógica humana está la revelación divina. Respondamos a tres de
las interrogantes más comunes de los críticos desde una perspectiva bíblica:
1. ¿Israel posee un eterno título de propiedad a la
Tierra de Dios?
Génesis 17:8
establece que perpetuidad es un término integral al pacto abrahámico respecto a
la posesión de la Tierra: "Y te daré
a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra de tus peregrinaciones, toda
la tierra de Canaán como posesión perpetua..."
Levítico
26:42 y 44 asegura a Israel que Dios les echará de la Tierra si desobedecen al
Señor, pero nunca les olvidará ni olvidará la Tierra: "…entonces Me acordaré de Mi pacto con Jacob, Me acordaré también
de Mi pacto con Isaac y de Mi pacto con Abraham, y Me acordaré de la tierra…Sin
embargo, a pesar de esto, cuando estén en la tierra de sus enemigos no los
desecharé ni los aborreceré tanto como para destruirlos, quebrantando Mi pacto
con ellos…"
Génesis 23:20
registra que Abraham adquirió el título de propiedad hace 4,000 años: "El campo y la cueva que hay en él
fueron cedidos a Abraham en posesión para una sepultura…"
2 Samuel
24:24b testifica que David compró legalmente una era de trillar que luego se
convirtió en el centro de Jerusalén: "…David
compró la era…" Esa piedra tan codiciada modernamente, y el Monte de
Sión que la rodea, jamás serán conmovidos (Sal. 125:1).
Jeremías
31:35-37 confirma todo: "Si los
cielos arriba pueden medirse, y explorarse abajo los cimientos de la tierra,
también Yo desecharé toda la descendencia de Israel…" (v. 37).
2. ¿Puede Dios ceder Su posesión de la Tierra a
otro?
Dios es el
dueño de la Tierra, pero le cedió el título de propiedad a Israel, así como el
dueño de una propiedad tiene el derecho de ceder su propiedad a una segunda
persona. Y aunque el Señor podría echar a Su pueblo de la Tierra y darla a
otro, hizo un contrato incondicional con Israel sin importar su conducta. Claro
está, Dios quiere que Israel sea obediente: "…si
obedeces diligentemente al SEÑOR tu Dios…te hará abundar en bienes, en el fruto
de tu vientre, en el fruto de tu ganado y en el producto de tu suelo, en la
tierra que el SEÑOR juró a tus padres que te daría" (Deut. 28:1,11).
Un Israel
desobediente corría el riesgo de ser expulsado de la tierra: "…serán arrancados de la tierra en la
cual entran para poseerla. Además, el SEÑOR te dispersará entre todos los
pueblos de un extremo de la tierra hasta el otro extremo de la tierra…"
(Deut. 28:63b-64a). Es cierto que Israel sufrió una severa expulsión a
consecuencia de su desobediencia, pero los críticos ignoran las promesas de
Dios en salvar a un remanente y traerlos de regreso a la Tierra. Pawson explica
que no se puede confundir el pacto mosaico con el abrahámico, diciendo que el
pacto mosaico era condicional, donde las promesas dependían del cumplimiento de
unas exigencias, mientras que el abrahámico era incondicional, lleno de
promesas sin previos requisitos.
Los
detractores de Israel tienden a ignorar que existirá una restitución luego de
una expulsión. Los profetas declararon que el mismo Dios que dispersa también
recogerá, para la gloria de Su nombre y no la de Israel: "No es por ustedes, casa de Israel, que voy a actuar, sino por Mi
santo nombre…Porque los tomaré de las naciones, los recogeré de todas las
tierras y los llevaré a su propia tierra" (Ezeq. 36:22, 24). Marvin
Wilson explica: "Dios preserva a Israel por causa de Su propio honor en
este mundo, no como recompensa por cualquier inherente valor humano."
3. Por qué no se menciona la Tierra más
explícitamente en el Nuevo Testamento?
El Nuevo
Testamento fue principalmente escrito desde la Tierra de Israel para los
gentiles en las naciones que no tenían un pacto con la Tierra. Además, el
momento en que se escribió fue antes de la expulsión judía por Roma; todavía no
se preocupaban por un regreso a la Tierra. La mayoría de los eventos del Nuevo
Testamento sucedieron allí, y dieron por sentado que los judíos nunca serían
expulsados. Pawson clarifica lo siguiente: "La tierra ciertamente tiene un
lugar destacado en el Nuevo Testamento. Es el escenario donde se desarrolla el
drama de nuestra redención."
Sin embargo, Yeshúa no enfatizó un reino basado en la
Tierra: "Mi reino no es de este
mundo..." (Juan 18:36). Su propósito fue establecer un reino celestial
en los corazones de las personas. Aún así, el Nuevo Testamento nos advierte que
debemos someternos a los gobiernos terrenales como si estuviesen bajo la
autoridad de Dios. No hay razón por negar que el reino judío profetizado pueda
volver a existir en la tierra de Dios, especialmente cuando "el reino del mundo ha venido a ser el
reino de nuestro Señor…" (Apoc. 11:15).
Las 12 tribus tienen una Tierra:
Dios
estableció las fronteras de todas las naciones, así como las porciones de
tierra destinadas para las doce tribus de Israel (Deut. 32:8-9). El Nuevo
Testamento enfatiza que "Dios hizo
todas las naciones del mundo para que habitaran sobre toda la superficie de la
tierra, habiendo determinado sus tiempos y las fronteras de los lugares donde
viven" (Hech. 17:26). Pawson comenta: "Si Dios es responsable por
la llegada y partida de todos los pueblos, naciones e imperios, entonces
corresponde que Dios es responsable por la reaparición de la nación de Israel
en el escenario de la historia." Dios establece tanto a Israel como las
naciones en el territorio según Su predilección. Si las 12 tribus han de tener
un futuro, también deben tener un territorio. Considere tres pasajes en el
Nuevo Testamento:
"…la promesa hecha por Dios a nuestros padres:
que nuestras doce tribus esperan alcanzar al servir fielmente a Dios noche y
día" (Hech.
26:6-7). La esperanza de redención que tiene Israel incluye la Tierra en que
las tribus esperan vivir. Hablamos de las "tribus perdidas" de Israel
(los judíos desaparecidos en los extremos del mundo), pero ninguno está perdido
para Dios. Él tiene un plan de restaurarlos plenamente en su Tierra, y
sirviendo a su Señor.
"Oí el número de los que fueron sellados:
144,000 sellados de todas las tribus de los Israelitas" (Apoc. 7:4). Aquí no hay ningún misterio. Los
144,000 representan a las 12 tribus de Israel quienes serán redimidos. Ese es "el número de los Israelitas"
que determinará "los límites de los
pueblos" (Deut. 32:8). Luego vendrá la plenitud de los gentiles: "…una gran multitud, que nadie podía
contar, de todas las naciones, tribus, pueblos, y lenguas…" (Apoc.
7:9). ¡Aleluya!
"Tenía un muro grande y alto con doce puertas,
y en las puertas doce ángeles, y en las puertas estaban escritos los nombres de
las doce tribus de los hijos de Israel" (Apoc. 21:12). En el clímax del glorioso drama,
veremos un cielo nuevo y una tierra nueva, además de una nueva Jerusalén.
Piénselo por un momento… Dios pudo haber hecho sólo un cielo y una tierra
nueva, de esa manera renovando todas las cosas, pero también escogió hacer una
nueva Jerusalén, el corazón y alma de Su Tierra, para que perdure luego de "la restauración de todas las
cosas" (Apoc. 3:21).
Se
encontrarán escritos los nombres de 24 judíos para siempre en Jerusalén: los
nombres de las 12 tribus en las puertas y de los 12 apóstoles en los cimientos.
La esperanza de Israel y de las naciones será cumplida en ese poderoso cuadro
de "un nuevo hombre" (Ef.
2:15), los judíos junto con los gentiles en un mismo Mesías.
Regresemos al Presente:
Vimos cómo el
futuro de Israel incluye la promesa de Dios respecto a la Tierra. Si regresamos
al presente, ¡vemos también que la tierra de Israel se encuentra en el mapa
mundial! Aunque fue atropellado, conquistado y abandonado por siglos de
dispersión judía, la Tierra permaneció en los corazones de los exiliados,
instándoles a orar: "¡El próximo año en Jerusalén!" Con la gente
correspondiente nuevamente arraigada en Sión, tanto la tierra como el pueblo
han recuperado su productividad. A pesar de las críticas arrogantes contra los
"ocupadores," la Tierra y el Pueblo bendicen al mundo, así como Dios
lo prometió a Abraham.
Desafortunadamente,
debemos estar alertas a la agenda que algunos tienen por desacreditar el
derecho judío a su tierra ancestral. Algunos cristianos niegan la promesa y el
pacto eterno de Dios, y terminan inculpando a los judíos y a sus amigos
sionistas cristianos por todo el problema palestino. Un libro incluye en su
apéndice (Chapman) el escalofriante Estatuto de Hamás donde ese grupo jura
destruir a Israel.
Ante tal
oposición, que deja a Israel en una posición aislada y vulnerable, los que
apoyamos el pacto de la Tierra somos humildes partícipes en el plan de Dios
para Israel. Muchos cristianos hemos aprendido a respetar, y no suplantar, al
pueblo y su Tierra. La Iglesia se está recuperando de siglos de ignorancia a
medida que bendice a la nación de Israel en lugar de maldecirla. Por medio de
nuestras oraciones, ofrendas y servicio, ayudamos a que Dios los arraigue en su
Tierra de donde nunca más serán arrancados (Amós 9:15; Jer. 24:6).
Los
cristianos que hemos ido a Israel en gira y estudio bíblico podemos testificar
que amamos más a Yeshúa luego de
conectarnos con Su familia y Su Tierra. Encontramos que nuestras raíces
espirituales corren profundamente en esa Tierra Santa. Cuando nos humillamos y
tememos a Dios, quien vela celosamente por Su pueblo, vemos cumplido lo que
Isaías predijo: "Cuando el SEÑOR
tenga compasión de Jacob, y escoja de nuevo a Israel y los establezca en su
propia tierra, entonces se les juntarán extranjeros que se unirán a la casa de
Jacob" (Isa. 14:1). Es cierto, somos "extranjeros" asidos a
la casa de Jacob e Israel, y no tenemos la intención de soltar las manos.
Por Rev. Bill
Adams
Sub-director
Nacional EE.UU.
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