¿En dónde echamos nuestras raíces?




«En Oriente se plantan árboles en los patios de las casas. Como están bien protegidos, producen frutas exquisitas, incluso en las estaciones menos propicias. Quienes por gracia gozan de la comunión con el Señor, se parecen a árboles plantados en la casa de Dios… Llevan mucho fruto. El que profesa tener fe pero está plantado en el mundo, permanece estéril. Si echa sus raíces en los pantanos de los frívolos placeres, no habrá cosecha.

Pero el hombre que permanece en comunión con Dios se vuelve un cristiano maduro y sólido; no le falta ninguna gracia del Espíritu. Mucho depende del suelo donde el árbol está plantado. Todo depende de nuestra unión con el Señor Jesús y de las provisiones que recibimos de él.

En el jardín de la gracia las plantas se fortalecen en el Señor, cuando son débiles en sí mismas. Entonces abundan en frutos agradables para Dios. Ningún temor al futuro puede angustiarlas, porque en los días malos, cuando incluso el hombre fuerte desfallece, pueden echar mano de las promesas de la gracia divina.

Dios es una roca, un refugio, una defensa. Hasta hoy ha sido todo lo que dijo que sería. Tengamos, pues, la firme convicción de que seguirá siendo el mismo hasta el fin».

“Habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él; arraigados… en él” (Colosenses 2:6-7).


Será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto. Jeremías 17:8

Aun en la vejez fructificarán; estarán vigorosos y verdes. Salmo 92:14

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