No hay Regateos con Dios



Un enfermo pide que recobre la salud, diciendo: «Si Dios me la devuelve, creeré en él».

Un estudiante está inquieto por su examen y piensa: «Si hay un Dios, que me ayude a aprobar el examen, luego confiaré en él».

Un comerciante se dice: «Si Dios hace prosperar mis negocios, sabré que existe».

Incluso un jugador se atreverá a decir: «Si hay un Dios, que me ayude a ganar y le serviré».

Uno no se acerca a Dios con cálculos y regateos. No se hacen contratos con él; él no necesita nada de todo lo que podemos prometerle. Él es Dios y posee todo. “¿Tiene provecho el Omnipotente en que tú… hagas perfectos tus caminos?”, se pregunta en el libro de Job (22:3).

Es una gran falta de respeto considerar a Dios como un asegurador con quien contamos para garantizar nuestra salud, para hacer prosperar nuestros negocios y resolver nuestros problemas mediante algunas concesiones de nuestra parte.

Dios podría contestar a todos nuestros deseos de forma muy fácil, pero no obedece a nuestra voluntad, sino que nos ofrece infinitamente más: nos dio a su Hijo. Aceptar este extraordinario don es estar en posesión de la vida eterna. Entonces tenemos la paz con Dios y el derecho de ser llamados sus hijos, cuyo gozo será confiar en él y obedecerle. Llegará el momento en que nos dará la gloria con Jesús.


El que no escatimó ni a su propio Hijo,
sino que lo entregó por todos nosotros,
¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?

Romanos 8:32.
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