LOS SACERDOTES DEL SEÑOR
Siempre
existirán sacerdotes. "Así dice el
SEÑOR: Si ustedes pudieran romper Mi pacto con el día y Mi pacto con la noche,
de modo que el día y la noche no vinieran a su tiempo, entonces también se
podría romper Mi pacto con Mi siervo David, y…con los sacerdotes Levitas,
Mis ministros" (Jer.
33:20-21). Ya que el sol aún brilla de día, y la luna aún alumbra de noche, esa
promesa aún continúa vigente.
Leemos en
Ezequiel 40-48 que no sólo habrá un Tercer Templo, sino que también habrá sacerdotes
que ministren de manera algo similar a
como lo hacían en tiempos bíblicos. Y sabemos que serán judíos porque Ezequiel
específicamente menciona la línea de Sadoc (40:46), quien fue el primer sumo
sacerdote en servir en el Templo del Rey Salomón.
Sacerdocio Judío Hoy Día:
Muchos de los
judíos religiosos, especialmente en Israel, toman muy en serio la preparación
sacerdotal para el Tercer Templo. El proceso ya ha comenzado para identificar a
los nuevos sacerdotes y prepararlos en su función. De hecho, tanto los
sacerdotes como los levitas toman clases sobre las leyes del servicio en el
Templo, incluyendo los sacrificios de animales.
Desde que se
fundó el Instituto del Templo en 1987 en el sector judío de la Antigua Ciudad
de Jerusalén, han estado preparando los utensilios del Templo además de las
vestimentas para los sacerdotes, según Éxodo 29. En 2006, terminaron de
procesar el tinte azul para la vestimenta ceremonial del Sumo Sacerdote con el
caracol Murex. La tiara, el efod y el
pectoral también han sido elaborados.
En 2007, la
tribu sacerdotal de Leví tuvo su primera "reunión familiar" en
Jerusalén luego de 2,000 años con una conferencia internacional Cohen-Leví. Los
kohanim (sacerdotes) son los
descendientes de Aarón, quien pertenecía a la tribu de Leví. Los levitas fueron
"dados" a Aarón y a sus hijos como ayudantes (Núm. 18:6), pero a
veces también se les refería a ellos como sacerdotes. Originalmente, Dios
originalmente quiso usar el primogénito de cada familia israelita como ministro
Suyo, pero como los levitas fueron los únicos obedientes a Dios luego del
incidente del becerro de oro, fueron honrados con esa posición.
El sitio de
Internet "about.com" informa que en 1977, el Dr. Karl Skorecki
encontró un marcador genético particular que pudiese distinguir a los kohanim por medio de una prueba de
sangre. Dijo: "Las probabilidades de que eso ocurra por casualidad es más
de uno en 10,000. Por lo tanto, la reciente investigación científica demuestra
una clara relación entre los kohanim
y su descendencia directa por un ancestro en común."
Algunos
cristianos también tienen sacerdotes, aunque éstos existen sólo en algunas
denominaciones cristianas. La mayoría de las denominaciones evangélicas no
tienen sacerdotes, sino pastores y ancianos. Sin embargo, existe el
"sacerdocio del creyente," basado en 1 Pedro 2:9, que dice: "Pero ustedes son linaje escogido, real
sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios…"
Juan dijo que Yeshúa (Jesús) "hizo de nosotros un reino, sacerdotes para Dios,
Su Padre…" (Apoc. 1:6). En vez de haber un grupo especial de
sacerdotes, todos los creyentes
sirven al Señor en una posición de sacerdotes. Este Estudio de Israel se basa en esa perspectiva.
Por otro
lado, los cristianos no podemos comprender la plenitud del significado de dicha
posición sacerdotal sin primero comprender el sacerdocio judío. Cualquiera que
haya leído la Torá (Génesis a
Deuteronomio) sabe que la adoración judía en el Templo es muy detallada. Aunque
los lectores de la carta de Pedro durante el Segundo Templo no requerían una
explicación especial sobre lo que significaba ser un sacerdote, nosotros
debemos ser diligentes para investigar cómo se ejercía el sacerdocio judío,
para que cumplamos con nuestro propio rol sacerdotal.
El Rol Sacerdotal:
A menudo
pensamos que lo único que hacían los sacerdotes bíblicos era ofrecer
sacrificios, pero cuando leemos los pasajes sobre sus detalladas labores,
podemos ver que el trabajo incluía mucho más. Veamos una lista de esas labores
para que comprendamos lo que Dios pide de los creyentes actuales en su función
como sacerdotes.
Líderes de Adoración:
Los
sacerdotes tenían que aprender a ofrecer las varias ofrendas y sacrificios.
Aprendían todas las "reglas" para los ritos y se aseguraban de
observarlas al pie de la letra. Inspeccionaban a los animales por algún
defecto, y determinaban si eran aceptables o no. Los levitas también eran
músicos y cantores. En la terminología cristiana moderna, esos eran los líderes
de adoración.
Aunque la
gente traía su propio animal y ponía sus manos sobre la cabeza representando
que el animal era su sustituto, los sacerdotes mataban el animal y lo ponían
sobre el altar. Desde la destrucción del Templo, las oraciones han sustituido
los sacrificios, según Oseas 14:2: "Tomen
con ustedes palabras, y vuélvanse al SEÑOR. Díganle: Quita toda iniquidad, y
acéptanos bondadosamente, para que podamos presentar el fruto de nuestros
labios."
De esa misma
manera, los kohanim de hoy tienen un
lugar de honra en la sinagoga cuando recitan la Bendición Sacerdotal (Núm.
6:24-26). También la recitan en el Muro Occidental durante algunas fiestas, y
miles de personas se reúnen para recibir esa bendición tan especial. También
son los primeros en ser llamados a leer la Torá
y recibir "la redención del primogénito," según las instrucciones en
Números 3.
Los ministros
de adoración deben ser adoradores del Señor para bendecir a la congregación. Yeshúa dijo: "…los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad;
porque ciertamente a los tales el Padre busca que Lo adoren" (Juan
4:23). Pablo nos instruye sobre cómo hacer eso: "…con toda sabiduría enseñándose y amonestándose unos a otros con
salmos, himnos y canciones espirituales, cantando a Dios con acción de gracias
en sus corazones" (Col. 3:16). Siguiendo la tradición judía, los
cristianos a menudo recitan la Bendición Sacerdotal cuando oran por sus amigos,
pero las Escrituras del Nuevo Testamento también nos dicen que bendigamos a
quienes nos maldigan (Mat. 5:44), nos persigan (Rom. 12:14) o nos insulten (1
Cor. 4:12).
Mediadores (Intercesores):
Luego de que
Dios juzgara a Coré y a los otros 250 hombres por rebelarse contra Moisés y
Aarón, el pueblo echó la culpa de esas muertes a ambos líderes. Dios luego
envió una plaga, pero Aarón tomó un incensario y "se colocó entre los muertos y los vivos, y la plaga se detuvo"
(Núm. 16:48). En otra ocasión, los hombres israelitas comenzaron a prostituirse
con mujeres moabitas, y Dios le dijo a Moisés que los mataran. Mientras uno
tomaba a una mujer madianita, el nieto de Aarón valientemente los atravesó con
una lanza. La plaga ya había matado a 24,000 israelitas, pero se detuvo cuando
Finees tomó esa acción (Núm. 25).
Mediar o
interceder significa ocupar una posición intermedia en beneficio de otro. Pero
la intercesión también puede detener la ira de Dios. Santiago 5:19-20 dice:
"Hermanos míos, si alguien de entre
ustedes se extravía de la verdad y alguien le hace volver, sepa que el que hace
volver a un pecador del error de su camino salvará su alma de muerte, y cubrirá
multitud de pecados." Gálatas 6:1 dice algo parecido: "Hermanos, aun si alguien es sorprendido en
alguna falta, ustedes que son espirituales, restáurenlo en un espíritu de
mansedumbre…" Ese es trabajo de un sacerdote.
Jueces:
Los
sacerdotes y los levitas dilucidaban y determinaban juicio en todas las áreas.
Declaraban si un leproso estaba sano o no, decidían el valor de las ofrendas
traídas a Dios (Lev. 27), y evaluaban si una acusación contra una adúltera era
cierta o falsa (Núm. 5). Dios dijo: "…ellos
decidirán todo litigio y toda ofensa." (Deut. 21:5).
Algunos
cristianos creen que no debemos hacer juicio basado en Mateo 7:1, que dice: "No juzguen para que no sean
juzgados." Sin embargo, Yeshúa
se refería a no juzgar a otros hipócritamente por cosas de las cuales nosotros
mismos somos culpables. No decía que no juzgáramos, sino que aclaró: "juzguen con juicio justo"
(Juan 7:24). Pablo regaña a la iglesia de Corinto por llevar sus contenciones a
un tribunal de justicia en vez de juzgar las situaciones entre ellos mismos (1
Cor. 6). Los sacerdotes del Nuevo Testamento deben juzgar las situaciones de
manera diferente: con amor, misericordia, sinceridad, compasión y sin
parcialidad.
Maestros:
Los
sacerdotes eran portadores de la Palabra, incluyendo el Arca del Pacto, donde
se guardaban los Mandamientos de Dios. Moisés instruyó que leyera la ley
públicamente cada siete años durante la Fiesta de los Tabernáculos (Deut.
31:9-11). Cuando bendijo a las tribus antes de su muerte, sus palabras respecto
a los levitas fueron: "enseñarán Tus
ordenanzas a Jacob y Tu ley a Israel" (Deut. 33:10).
Luego de que
los israelitas regresaran de la cautividad en Babilonia, Esdras el sacerdote,
junto con los otros levitas, "leyeron
en el Libro de la Ley de Dios, interpretándolo y dándole el sentido para que
entendieran la lectura" (Neh. 8:8). Malaquías 2:7 confirma esa
responsabilidad, diciendo: "Pues los
labios del sacerdote deben guardar la sabiduría, y los hombres deben buscar la
instrucción de su boca, porque él es el mensajero del SEÑOR de los
ejércitos."
Pablo dijo a
Timoteo: "Procura con diligencia
presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que
maneja con precisión la palabra de verdad" (2 Tim. 2:7). Timoteo fue
discípulo de Pablo, y cada discípulo debe ser enseñado a "manejar con precisión" la Palabra de Dios.
Sin embargo,
muchas encuestas revelan que un alarmante número de cristianos ni siquiera leen la Biblia regularmente, mucho menos
la estudian. Con todas las herramientas que existen en Internet y en libros
(comentarios, diccionarios, concordancias, etc.) demasiados en la Iglesia están
pobremente educados. Aunque no todos somos llamados a ser maestros, todos somos
llamados a ir y hacer discípulos, y parte de eso consiste en enseñar (Mat.
28:19-20). Debemos conocer las Escrituras lo suficiente como para identificar
cuándo alguien (incluyendo un maestro o pastor) está fuera de lugar (2 Tim.
4:3-4), porque los que no están arraigados en la verdad pueden fácilmente ser
engañados y conducidos a falsa doctrina.
Sanadores:
Los
sacerdotes no prescribían remedios para enfermedades ni sanaban a nadie de
manera milagrosa, pero cuando alguien tenía una enfermedad contagiosa,
inspeccionaban el cuerpo y determinaban su severidad. Decidían si debería
continuar aislado de la comunidad y por cuánto tiempo, o si ya estaba sano y
podía considerarse limpio. Ellos observaban el proceso de sanidad obrado por el
Señor.
En la
actualidad, la profesión médica admite que posiblemente el 80% de enfermedades
no resultan de un desorden físico, sino de un desorden emocional o mental.
Deuteronomio 28 parece concordar con eso, ya que gran parte de esa lista de
maldiciones incluye enfermedades como consecuencia de la desobediencia. Un comentario
judío dice que la lepra vino como resultado del pecado de la calumnia (como
cuando Miriam, hermana de Moisés, lo calumnió en Números 12). Muchos
malestares, según expertos médicos de hoy día, dicen que pueden ser causados
por estrés, temor y ansiedad. Pero el primer lugar a donde buscamos ayuda es la
oficina del médico en vez de la oficina del pastor.
Santiago nos
dice de quién debemos procurar ayuda: "¿Está
alguien entre ustedes enfermo? Que llame a los ancianos de la iglesia y que
ellos oren por él, ungiéndolo con aceite en el nombre del Señor. La oración de
fe restaurará al enfermo, y el Señor lo levantará. Si ha cometido pecados le
serán perdonados" (Sant. 5:14-15). Fíjese que, aunque la Iglesia ora,
es el Señor quien sana.
¿Por qué es
la oración la solución apropiada? Porque a menudo cargamos con enfermedades
espirituales, como culpa, ira, amargura, rencor, etc. Eso no significa que no
hay necesidad de médicos ni de medicina, pero a menudo si resolvemos las causas
internas primero, los síntomas externos desaparecen. Juan oró por Gayo así: "Amado, ruego que seas prosperado en
todo así como prospera tu alma, y que tengas buena salud" (3 Juan
1:2). De esa manera, vinculaba todo su bienestar, su cuerpo y alma (las
emociones), porque lo que afecta el alma afecta el cuerpo.
¿Por qué no
procuramos a un anciano o sacerdote antes que a un médico? Quizás es porque la
iglesia se ha tornado impotente. Han orado por nosotros y no hemos sido
sanados. Muchas iglesias no creen en sanidad divina. Quizás evitamos ir a un
pastor porque requiere que confesemos nuestro pecado: "…confiésense sus pecados unos a otros, y oren unos por otros para
que sean sanados" (Sant. 5:16). Tememos esa transparencia, y no
queremos admitir nuestra condición interna.
Sin importar
nuestras razones, Dios ha equiparado a la Iglesia con dones de discernimiento y
sanidad, así que debemos ser sacerdotes para ministrar sanidad y salvación a
los demás, y el Señor los sanará y los liberará.
Siervos:
Un artículo
en www.cohen-lev.org comenta que el verbo para cohen (sacerdote) es lejahan, que significa
"servir." Se encuentra en Éxodo 28:1, que dice: "Entonces harás que se acerque a ti, de entre los Israelitas, tu
hermano Aarón, y con él sus hijos, para que Me sirva [lejahano] como
sacerdote…" Algunas traducciones usan allí la palabra
"ministre" en vez de "sirva."
Otra forma de
definir ese verbo en hebreo es “comprometerse con la causa de otro." Los
sacerdotes se comprometen con la causa de Dios. Eso implica muchas cosas, y
gran parte representa servicio práctico. Si se realiza con el amor de Dios (ágape), uno puede, incluso, poner la
propia vida por otro. Aunque Yeshúa
es Rey de Reyes, vino a servir y no gobernar. Cuando Sus discípulos discutían
quién sería el mayor entre ellos, Él dijo: "Pero
no es así con ustedes; antes, el mayor entre ustedes hágase como el menor, y el
que dirige como el que sirve. Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la
mesa, o el que sirve?…Sin embargo, entre ustedes Yo soy como el que sirve"
(Lucas 22:26-27).
Servir o
ministrar incluye cuidar a los enfermos (limpiando aún su vómito), alimentado a
los hambrientos, vistiendo a los pobres (especialmente a las viudas y los
huérfanos) y visitando a los prisioneros (Mat. 25:35-45). Antes de que pensemos
que esas tareas son demasiado "bajas," recordemos que los primeros
"siervos” en la Iglesia "servían a las mesas" y cuidaban a las
viudas. Eran hombres "llenos del Espíritu Santo y de sabiduría," muy
valorados por su madurez espiritual (Hechos 6:2-6).
Consagrados para el Servicio:
Comentaristas
judíos explican que la palabra hebrea para "consagración"
literalmente significa llenar las manos. Originalmente, nuestras manos están
vacías. ¿Con qué las llenamos? Un comentario sobre la porción de Levítico
llamado Vayikrá dice que las manos de
los sacerdotes fueron llenas de santidad para que pudieran tocar las cosas
sagradas en el Lugar Santo. Otros textos aclaran aún más ese concepto.
Antes de su
muerte, Moisés consagró a Josué. "Y
el SEÑOR dijo a Moisés: Toma a Josué, hijo de Nun, hombre en quien está el
Espíritu, y pon tu mano sobre él; …impártele autoridad a la vista de
ellos. Pondrás sobre él parte de tu dignidad…" (Núm. 27:18-20).
Deuteronomio 34:9 dice que Josué "estaba
lleno del espíritu de sabiduría, porque Moisés había puesto sus manos
sobre él…"
Esa misma
idea de transferencia de autoridad se ve cuando Elías pasó su manto a Eliseo.
Eliseo le había pedido: "Te ruego
que una doble porción de tu espíritu sea sobre mí" (2 Reyes 2:9b). El
ministerio de Eliseo verdaderamente fue duplicado, tanto en tiempo como en
cantidad de milagros.
Dios también
dijo a Moisés: "Esto es lo que les
harás para consagrarlos para que Me sirvan como sacerdotes…" (Éx.
29:1). El pueblo judío usa esa palabra frecuentemente, pero dentro de círculos
cristianos el concepto puede entenderse mejor como "santificar" o
"dedicar." Significa ser apartado para uso sagrado.
Pensamos en
hombres consagrados cuando líderes eclesiásticos han sido ordenados y reciben
la autoridad de la Iglesia para ejercer sus funciones. Sin embargo, personas
laicas también han recibido la autoridad de Dios. Yeshúa dijo que todos Sus seguidores tienen autoridad sobre el
poder del diablo (Luc. 10:19) y la habilidad de sanar enfermedades (Luc. 9:1).
Sólo tenemos que aprender a usar esa autoridad. Hay muchas referencias en el
Nuevo Testamento que dicen que hemos sido santificados (Ej. 1 Cor. 6:11). Hemos
sido santificados por la verdad (Juan 17:19), por nuestra fe en Yeshúa (Hechos 26:18) y por Su sacrifico
por nosotros (Heb. 10:10).
Cuando vemos
la manera en que Aarón y sus hijos fueron consagrados, (Éx. 28-29, Lev. 8)
podemos ver aspectos de nuestra propia consagración para el servicio a Dios.
Lavados:
"Entonces Moisés hizo que Aarón y sus hijos se
acercaran, y los lavó con agua" (Lev. 8:6). Según un comentario de Vayikrá, eso significa que ellos fueron
totalmente inmersos en agua, simbolizando la idea de que uno debe sumergirse en
la santidad de Dios y dejar atrás toda influencia externa y contradictoria.
Para los cristianos, eso es muy parecido al bautismo. Es nuestro testimonio de
una vida cristiana transformada por Dios. Cada día, los sacerdotes se lavaban
las manos y los pies antes de entrar al Lugar Santo, recordando así que
deberían permanecer puros y santos en su servicio a Dios. Los cristianos
también somos santificados y lavados "por
el lavamiento del agua con la palabra" (Ef. 5:26).
Vestidos:
Luego, Moisés
los vistió. Éxodo 28:2 dice que sus vestiduras eran hechas "para gloria y hermosura." La gloria y la belleza de la
vestidura de los creyentes incluye la "tierna
compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia" (Col. 3:12-13),
además de la armadura de Dios (Ef. 6:13-17).
Grabado en
una placa de oro sobre la frente (como parte del turbante o tiara), el
sacerdote llevaba la frase "Santidad
al Señor” (Éx. 28:36). Pablo dijo que presentemos siempre nuestros cuerpos
como sacrificio vivo y santo, aceptable y agradable a Dios (Rom. 12:1).
Ungidos:
Los
sacerdotes primero eran ungidos con aceite, después con sangre, y luego con una
mezcla de aceite y sangre. La Enciclopedia
Judaica observa que el aceite fue derramado sólo sobra la cabeza de Aarón,
y roseado sobre sus hijos. La sangre fue aplicada a la punta de la oreja
derecha, al pulgar de la mano derecha y al dedo grande del pie derecho. Dios
quiere ungir los oídos, las manos y los pies de Sus siervos para que escuchen,
sirvan y caminen en Su poder.
Uno podría
ocupar la posición de sacerdote sin haber sido ungido para ello. Es posible que
un siervo de Dios trate de hacer las cosas en la fuerza de su propia carne sin
ser dirigido o ungido por el Espíritu Santo. Cuando permitimos que el Espíritu
Santo dirija nuestros pasos, caminaremos bajo Su unción. Dios dio a los
antiguos sacerdotes unas instrucciones muy específicas sobre cómo se hacía la
labor del Templo. Si la hacían de cualquier otra forma, podrían perder la vida.
Nosotros también debemos ministrar según el modo de Dios, o no tendremos Su
unción.
El pastor y
autor cristiano E. M. Bounds (1835-1913) escribió: "Sin eso, no lograremos
ningún resultado verdaderamente espiritual." (Vea 1 Corintios 3:9-15.)
Aunque la unción es parte de la promesa de Dios a sus ministros (1 Juan 2:27),
debemos continuamente dejar la carne a un lado, porque el talento y el carisma
natural pueden tomar el lugar de Su unción. Debemos comprender que "nuestra suficiencia es de Dios"
(2 Cor. 3:5), y así pedir que el Señor nos llene de Su poder y unja todo lo que
hagamos o digamos.
Según la
dificultad de la tarea que hayamos recibido, podría ser necesario que nos
apartemos por un tiempo para buscar del Señor. Dios dijo a Aarón y sus hijos
que se quedaran dentro del complejo del Tabernáculo por siete días antes de ser
consagrados. También tuvieron que ofrecer varios sacrificios. Hicieron una
ofrenda para el pecado, reconociendo su necesidad de ser perdonados. Su ofrenda
quemada ilustró su total dedicación al Señor. Luego comieron su ofrenda de paz
en íntima comunión con Dios. Todavía necesitamos experimentar esos tres tipos
de ofrenda espiritual cada día.
Durante esa
semana, debieron sentir la pesada carga de responsabilidad. Nosotros también
debemos experimentar esa responsabilidad. Tristemente, tendemos a creer que las
tareas sacerdotales son solamente para pastores. No, mi amigo, de la misma
manera en que toda la nación de Israel fue llamada a ser una nación santa,
todos los miembros de la Iglesia ha sido llamados a ser un pueblo santo. Como
personas del Libro y del único verdadero Dios, hemos sido llamados a ser sacerdotes
de Dios para un mundo sin el Libro.
Por Charleeda
Sprinkle
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