"LA VOZ DE DIOS Y NUESTRA DECISIÓN"
Si hay mil pasos entre nosotros y Dios, Él los dará todos, menos uno. A
nosotros nos corresponderá dar el paso final. La decisión es nuestra.
Un buen piloto hace cualquier cosa con tal de llevar a sus pasajeros
salvos a casa.
Fui testigo de un buen ejemplo de esto una vez que volaba por algún
lugar sobre Missouri.
La auxiliar de vuelo nos dijo que volviéramos a nuestros
asientos porque nos aproximábamos a una zona de turbulencias. Se trataba de un
vuelo problemático y la gente tardó bastante en reaccionar; pero ella nos
advirtió de nuevo: «Vamos a movernos, así que por seguridad, es mejor que se
sienten».
Muchos lo hicieron. Pero unos pocos no, así es que ella cambió el tono:
«Damas y caballeros, por su bien, ¡vuelvan a sus asientos!»
Creía que todos estaban sentados, pero era evidente que estaba
equivocado, porque la próxima voz que oí fue la del piloto: «Este es el capitán
Brown», anunció. «Hay algunos pasajeros heridos por ir al baño en lugar de
permanecer en sus asientos. Queremos ser bien claros en cuanto a nuestra
responsabilidad. Mi trabajo es pasar con ustedes a través de la tormenta. Su
trabajo es hacer lo que les digo. ¡Así es que tomen asiento y abróchense los
cinturones!»
En ese momento se abrió la puerta del baño y apareció un tipo con el
rostro rojo de vergüenza y con una sonrisita tímida se fue a sentar.
¿Se equivocó el piloto en lo que hizo? ¿Fue demasiado insensible o poco
cortés? No, todo lo contrario. Para él era más importante que el hombre
estuviera a salvo aunque avergonzado, que no advertido y herido.
Los buenos pilotos hacen lo que sea necesario con tal de llevar a sus
pasajeros a casa.
Así es Dios. He aquí una pregunta clave: ¿Cuánto quieres que Dios haga
para prestarte atención? Si Él tuviera que escoger entre tu seguridad eterna y
tu bienestar terrenal, ¿qué crees que escogería? No te apresures en contestar.
Piensa un poco.
Si Dios te ve de pie cuando deberías estar sentado, si Dios te ve en
peligro en lugar de verte a salvo, ¿cuánto quieres que Dios haga para que te
preste atención?
¿Qué dirías si Él decidiera llevarte a otro país? (Como hizo con
Abraham.) ¿Qué dirías si te llamara a dejar el retiro? (¿Recuerda a Moisés?)
¿Qué tal si te hablara un ángel o las entrañas de un pez? (Tipo Gedeón o
Jonás.) ¿Qué tal un ascenso como Daniel o una destitución como Sansón?
Dios hace cualquier cosa con tal que le escuchemos. ¿No es ese el
mensaje de la Biblia? La búsqueda implacable de Dios. Dios a la caza. Dios
buscando. Hurgando debajo de la cama en busca de sus hijos escondidos, moviendo
los arbustos rastreando la oveja perdida. Haciendo una bocina con sus manos
para gritar por las quebradas. Luchando con los nuevos Jacobs en los enlodados
Jabocs de la vida.
Por todas sus peculiaridades y desigualdades, la Biblia tiene una
historia sencilla. Dios hizo al hombre. El hombre rechazó a Dios. Dios no se
dará por vencido hasta que traiga al hombre de vuelta a Él. Desde Moisés en
Moab hasta Juan en Patmos, ha podido oírse la voz: «Yo soy el piloto. Tú eres
el pasajero. Mi trabajo es llevarte a casa. Tu trabajo es hacer lo que yo
digo».
Dios es tan creativo como inexorable. La misma mano que mandó maná a
Israel, envió a Uza a la muerte. La misma mano que dejó libre a su pueblo de la
esclavitud en Egipto, lo envió cautivo a Babilonia. Bondad y austeridad.
Ternura y dureza. Firmeza fiel. Paciencia urgente. Ansiedad tolerante. Suave en
su gritar. Dulce. Atronador. Trueno apacible.
Así es como Juan vio a Jesús. El Evangelio de Juan tiene dos temas: la
voz de Dios y la decisión del hombre. Y ya que este libro se basa en Juan,
verás el mismo dúo: su voz, nuestra decisión.
Jesús dijo: «Yo soy el pan que da vida. Yo soy la luz del mundo. Yo soy
la resurrección y la vida. Yo soy la luz del mundo. Yo soy la puerta. Yo soy el
camino la verdad y la vida. Vendré otra vez para llevaros conmigo».
La proclamación de Jesús: siempre ofreciendo, nunca forzando:
De pie junto al paralítico: «¿Quieres recobrar la salud?» ( Juan 5:6 ).
Cara a cara con el ciego, ahora sano: «¿Tú crees en el Hijo del hombre?»
( Juan 9:35 ).
Cerca de la tumba de Lázaro, probando el corazón de Marta: «Y ninguno de
los que viven y creen en mí morirá jamás. ¿Crees esto?» ( Juan 11:26 ).
Probando la intención de Pilato: «¿Eso lo preguntas tú por tu propia
cuenta, o te lo han dicho otros de mí?» ( Juan 18:34 ).
La primera vez que Juan oyó a Jesús hablar, este preguntó: «¿Qué estáis
buscando?» ( Juan 1:38 ). Entre las últimas palabras de Dios, está todavía esta
otra: «¿Me quieres?» ( 21:17 ).
Este es el Jesús que Juan recuerda. Las preguntas sinceras. Las
afirmaciones atronadoras. El toque suave. Nunca yendo donde no le invitan, pero
una vez invitado, nunca se detiene sino hasta finalizar, hasta que se haya
hecho una decisión.
Dios susurrará. Gritará. Tocará y forcejará. Nos despojará de nuestras
cargas; y aun nos quitará nuestras bendiciones. Si hay mil pasos entre nosotros
y Dios, Él los dará todos, menos uno. A nosotros nos corresponderá dar el paso
final. La decisión es nuestra.
Por favor, entiende. Su meta no es hacerte feliz. Su meta es hacerte
suyo. Su meta no es darte lo que quieres; es darte lo que necesitas. Y si eso
significa una o dos sacudidas para que vuelvas a tu asiento, lo hará. La
molestia terrenal es un agradable cambio para la paz celestial. Jesús dijo: «En
el mundo habréis de sufrir; pero tened valor, pues yo he vencido al mundo»
(Juan 16:33).
¿Cómo podía hablar con tal autoridad? ¿Con qué derecho toma el mando?
Simple. Él, como el piloto, sabe lo que no sabemos, y puede ver lo que no
podemos.
¿Qué sabía el piloto? Sabía cómo volar un avión.
¿Qué veía el piloto? Turbulencias adelante.
¿Qué sabe Dios? Sabe cómo gobernar la historia.
¿Qué ve Él? Supongo que usted entiende el mensaje.
Dios quiere llevarte a casa con seguridad.
Sólo piensa en Él como tu piloto. Piensa en ti como su pasajero.
Considera este libro como una lectura en vuelo. Y piensa dos veces antes de
levantarte e ir al baño.
Por Max Lucado
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