LLAMADOS A INTERCEDER



Quizás las palabras más tristes en la Biblia se encuentran en Isaías 59:16, donde dice: “Vio que no había nadie, y se asombró de que no hubiera quien intercediera…” El libro de Ezequiel expresa algo parecido. Luego de que Dios enumerara los pecados cometidos por los israelitas, aún estaba dispuesto a ser misericordioso, pero no encontró a nadie que intercediera por ellos: "Busqué entre ellos alguien que levantara un muro y se pusiera en pie en la brecha delante de Mí a favor de la tierra, para que Yo no la destruyera, pero no lo hallé” (Ezeq. 22:30). “Nadie.” ¡Qué palabra tan desalentadora!

Luego de que Jeremías viera la devastación realizada contra Judá y Jerusalén, exclamó cinco veces en el primer capítulo de Lamentaciones que no había nadie quién les consolara (vea también 4:4, 6; 5:8). Cuando José probó a sus hermanos con la copa de plata en el saco de grano de Benjamín, buscaba a uno que intercediera por Benjamín (Gén. 44). Dios siempre busca a intercesores (no personas especiales, sino comunes como usted y yo) porque los intercesores son escasos en este mundo.

¿Qué significa interceder y por qué se le hace tan difícil a Dios encontrar intercesores? Según la Real Academia Española, interceder significa “hablar en favor de alguien para conseguirle un bien o librarlo de un mal.” También significa intervenir o mediar entre las partes que se encuentran en conflicto con la intención de reconciliar sus diferencias. Una de las palabras hebreas para intercesión que enfatiza el papel de reconciliador es pagah. A menudo se traduce como “un encuentro para presentar una petición.”

¿Cómo se relaciona eso con la oración? Cuando uno intercede, uno se reúne con Dios para pedir Su favor por alguien. Intercesión no es una simple oración de petición, sino que conlleva una urgencia. Es rogar intensamente por alguien. Pocas personas entran a ese nivel de oración.

Uno de los mayores intercesores cristianos en tiempos modernos fue Rees Howells (1870-1950). En su biografía, el autor Norman Grubb detalla tres cosas que distingue la intercesión de otras oraciones, muy evidentes en la vida de Howells. Intercesión significa: (1) Identificación: dar la vida por quienes ora…y literalmente ponerse en su lugar lo más que pueda. (2) Agonía: estar dispuesto a morir a sí mismo y hacer lo que el Señor requiere. Ej., Isaías anduvo desnudo y descalzo por tres años. (3) Autoridad: una vez pagado el precio, Dios le da autoridad a la oración que no hubiera tenido de otra manera.

Los cristianos reconocemos que Yeshúa (Jesús) ejemplificó cada punto de Grubb (Heb. 7:23-27). Como nuestro Intercesor, Él espera que intercedamos por otros como Él lo hace por nosotros (2 Cor. 5:18-19), aunque quizás no nos pida hacerlo como Isaías o Rees Howells.

Por eso hay tan pocos genuinos intercesores: el costo es muy alto. Ciertamente, Apocalipsis 8:3-4 implica que las oraciones de los santos son como sacrificios sobre un altar. David Nekrutman, director ejecutivo de un centro judío que promueve la comprensión y el diálogo judío-cristiano, afirma: “La intercesión es más que simple oración. Es un continuo compromiso de permanecer rendido ante Dios por una situación en particular hasta que sea resuelto el caso.” Isaías 62 es otro ejemplo de eso. Debemos continuar orando por Jerusalén “hasta que salga su justicia como resplandor…” (v. 1). Los centinelas oran “todo el día y en toda la noche jamás callarán” (v. 6).

Intercesión Judía:

¿Los judíos modernamente interceden como los cristianos? No se encuentra mucha información sobre la “intercesión judía” porque es más relacionada con el cristianismo. Sin embargo, ellos sí la practican. La mayoría de sus oraciones son corpóreas y recitadas en el plural (“nosotros”), así que sus peticiones son intercesiones porque incluyen toda la comunidad.

La oración que se hace tres veces al día desde el quinto siglo a.C. llamada el Amidá o Shmoné Esré (que significa literalmente “dieciocho”) abarca 18 diferentes tópicos de oración, incluyendo alabanza, súplica y acción de gracias. El rabino Hayim Donin, autor del libro El Ser Judío, una vez pidió a un grupo de jóvenes estudiantes quienes practicaban las oraciones tradicionales que dijeran a la clase algunas cosas que esperaban, deseaban o hubieran expresado en voz baja durante la oración. Tan abarcadora es el Amidá que cada esperanza o deseo se incluye en una de las 18 categorías.

Aunque las oraciones son específicas respecto a Israel, dos categorías (en algunas versiones modernas) han sido universalizadas para incluir también a las demás personas. Las oraciones para los justos ahora lee: “Ten misericordia, O Señor nuestro Dios, de los justos y fieles entre todos los pueblos.” La oración por gobernantes justos ha sido cambiada de la forma tradicional que decía: “Restaura a nuestros jueces,” para decir: “Derrama Tu espíritu sobre los gobernantes de todas las tierra; dirígelos para que gobiernen justamente.” Los cristianos también debemos hacer “plegarias, oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y por todos los que están en autoridad, para que podamos vivir una vida tranquila y sosegada con toda piedad y dignidad” (1 Tim. 2:1-2).

En tiempos bíblicos, Israel ofrecía sacrificios por las naciones durante Sucot (Fiesta de los Tabernáculos). Sacrificaban un total de 70 novillos durante esa semana (Números 29). En el judaísmo, el número 70 siempre se refiere a las naciones, ya que 70 naciones salieron de los tres hijos de Noé (Gén. 10). El Midrash (escritos judíos) declara que si las naciones se hubiesen dado cuenta de cuánto se beneficiaban de esos sacrificios, ¡hubiesen enviado ejércitos para rodear a Jerusalén y protegerla de ataques!

Las Oraciones de los Justos:

Seamos judíos o cristianos, todos debemos orar por nuestro mundo en estos tiempos. La intercesión siempre ha sido necesaria, pero mientras más nos acerquemos a los últimos días, mayor es la necesidad de abarrotar a Dios con peticiones por los justos y los injustos.

A medida que acrecienta la confusión por causa de la denominada “Primavera Árabe,” la iglesia en el Medio Oriente (una minoría muy pequeña) desesperadamente necesita nuestro apoyo en oración. A medida que las naciones contrarias a Israel se acercan cada vez más a un juicio divino, debemos orar para que se tornen de sus malos caminos y honren el pacto de Dios con Israel. A medida que aumenta el antisemitismo alrededor del mundo (especialmente en Europa) y naciones disparan más cohetes contra Israel, más falta hace que “centinelas” perseveren en abnegada intercesión.

Podemos aprender mucho de los grandes intercesores bíblicos judíos. Sus oraciones son maravillosos ejemplos para ayudarnos a orar por las necesidades de hoy. Veamos lo que podemos aprender de sus experiencias.

Abraham (Génesis 18:16-33)

La primera oración de intercesión que encontramos en la Biblia es la de Abraham. Su oración por Sodoma y Gomorra es asombrosa, considerando que no contaba con un precedente como ejemplo. Antes de que lo estudiemos, consideremos la razón por la cual Dios decidiera compartir Sus intenciones con Abraham por destruir esas ciudades. “¿Ocultaré a Abraham lo que voy a hacer? Porque ciertamente Abraham llegará a ser una nación grande y poderosa, y en él serán benditas todas las naciones de la tierra” (v. 17-18).

El rabino Meir Zlotowitz, en la serie bíblica Artscroll Tanach Series, piensa que la razón por la que Dios compartiera con Abraham lo que iba a hacer era porque iba a ser “padre de muchas naciones.” Esas ciudades serían entregadas a Abraham, ¿así que cómo las iba a destruir sin informárselo? En cierto modo, los planes de Dios en levantar a la nación de Israel y Su Mesías involucraban a Abraham. Ese hombre necesitaba reconocer que Dios era recto y justo, y que no destruiría al justo con el malvado, así que Dios le dio a Abraham la oportunidad de dialogarlo con Él.

Dios probó la fe de Abraham muchas veces para ver qué tipo de hombre era, y ésta fue una de esas ocasiones. Dios le dio información privilegiada para ver qué haría con eso. Él sabía que un hombre con esa posición privilegiada en la historia tendría que tener un corazón compasivo.

El pecado en esas ciudades posiblemente era el más abominable posible: la sodomía. Pero Abraham intercedió seis veces por esos habitantes y cada vez Dios aceptó su argumento diciendo: “No la destruiré por consideración a los…[justos]” (v. 32). Sin embargo, no halló ni diez justos en la ciudad. Y aunque Dios pudo haber destruido a todos, gracias a las intercesiones de Abraham, preservó las vidas de Lot y sus dos hijas. El rabino Zlotowitz concluye que Abraham se  pudo haber sentido desanimado porque su intercesión no logró salvar a las ciudades, pero “Abraham no lamentó ese fracaso porque tenía plena seguridad de que cualquier cosa que hiciese Dios, Él era misericordioso y justo.” Pero Abraham no hubiera reconocido eso si Dios no le hubiese dado la oportunidad de interceder. Esa verdad es la que pudo luego pasar a sus descendientes.

Dios prueba nuestra fe cada vez que tenemos la oportunidad de interceder, porque quiere ver si tenemos el mismo corazón de compasión que Él. Nunca debemos temer pedir y seguir pidiendo, aún por los menos merecedores. La oración persistente no incomoda a Dios. Pero cuando nuestras oraciones no reciben la respuesta que esperamos, no debemos desanimarnos, sino debemos reconocer que Dios es misericordioso y justo en todos Sus caminos.

Moisés (Éxodo 32-33)

David Nekrutman observa que el judaísmo “toma a Moisés como su modelo” respecto a la oración intercesora. Moisés intercedió muchas veces por los “tercos” israelitas, y a un costo muy alto. Luego del incidente del becerro de oro, Dios estaba tan enojado que quería consumirlos a todos y levantar un nuevo pueblo a través de Moisés. Dios le dijo: “Ahora pues, déjame…” (Éx. 32:10), pero Moisés no le dejó. Al contrario, oró de la manera más humilde y sacrificada posible: “…si es Tu voluntad, perdona su pecado, y si no, bórrame del libro que has escrito” (v. 32).

Nekrutman denomina eso como atrevimiento espiritual (jutzpá kelapei shmayá). Moisés discutió con Dios y lo retó, según Nekrutman, pero el ser humano posee la dignidad de defender al acusado, aunque signifique enfrentar a Dios. Usted se puede preguntar: “¿Cuán dispuesto estoy a sufrir por el bien de otro?” Rees Howells fue fuertemente probado cuando Dios le dijo: “De ninguna manera te permitiré que albergues un pensamiento egoísta.” Todo lo que tenía (dinero, ropa, tiempo, etc.) lo regaló para suplir las necesidades de otros. Moisés abandonó su prestigio para salvar una multitud de personas rebeldes.

Sin embargo, Dios le dijo: “Pero el día que Yo los visite, los castigaré por su pecado” (v. 34), y Dios les envió una plaga. A veces pudiésemos temer (como Jonás) que si intercedemos, Dios no les castigará por sus pecados. Pero Dios es un juez justo, y nunca ignorará la seriedad del pecado y el dolor que inflige a otros.

A veces el arrepentimiento o la intercesión pospone el juicio por un tiempo (como con Nínive en tiempos de Jonás), y a veces hay que soportar las consecuencias del pecado aún luego del arrepentimiento (Ej. el criminal todavía tiene que ir a la prisión). Pero, aunque Dios extiende Su misericordia luego del arrepentimiento, nunca ignora la correspondiente restitución de los afectados.

Sin embargo, es Dios quien determina la medida del castigo necesario. Lo que requiere de nosotros es que intercedamos y dejemos los resultados a Él. No sabemos si nuestra intercesión pueda apartar el derramamiento de Su ira: “El dijo que los hubiera destruido, de no haberse puesto Moisés, Su escogido, en la brecha delante de Él, a fin de apartar Su furor para que no los destruyera” (Salmo 106:23).

Pero la narrativa continúa. Dios dijo a Moisés que no los acompañaría durante el resto de la jornada, “no sea que te destruya en el camino” (Éx. 33:3). Moisés no podía considerar tal cosa, así que cayó en una profunda depresión y estableció una tienda especial de reunión fuera del campamento.

“Entonces Moisés dijo al SEÑOR: ‘Mira, Tú me dices: “Haz subir a este pueblo.” Pero Tú no me has declarado a quién enviarás conmigo. Además has dicho: “Te he conocido por tu nombre, y también has hallado gracia ante Mis ojos.” Ahora pues, si he hallado gracia ante Tus ojos, Te ruego que me hagas conocer Tus caminos para que yo Te conozca y halle gracia ante Tus ojos. Considera también que esta nación es Tu pueblo’” (33:12-13).

En efecto, Moisés le decía a Dios: “¿No quieres que termine el trabajo que me diste para hacer?” Luego, Moisés le recordó el propósito que tenía con el pueblo: “Si Tu presencia no va con nosotros, no nos hagas salir de aquí. ¿Pues en qué se conocerá que he hallado gracia ante Tus ojos, yo y Tu pueblo? ¿No es acaso en que Tú vayas con nosotros, para que nosotros, yo y Tu pueblo, nos distingamos de todos los demás pueblos que están sobre la superficie de la tierra?” (vs. 15-16). Dios probó a Moisés como hizo a Abraham. Dios sabía que el líder de Su nueva nación debería ser un intercesor, fiel a los propósitos de Dios, o ellos nunca serían la nación que Él les había ordenado ser.

Isaías 58:6 dice que debemos “soltar las coyundas del yugo” de otros. También debemos sobrellevar “los unos las cargas de los otros” (Gál. 6:2), y una manera de hacer eso es interceder por ellos.

Nehemías y Esdras (Neh. 1:5-11; 9:5-38)

Cuando Nehemías, uno de los cautivos judíos en Babilonia, supo que los muros de Jerusalén estaban destruidos, rogó al Señor por la oportunidad de regresar y reconstruirlos. En su oración, incluyó el ingrediente que siempre toca el corazón de Dios: la confesión y el arrepentimiento. “Te ruego, oh SEÑOR…confesando los pecados que los Israelitas hemos cometido contra Ti” (Neh. 1:5-6). Como hacen los judíos modernamente, oró en el plural, humildemente incluyéndose a sí mismo. Entonces le recordó a Dios Su promesa de traerlos de vuelta a la Tierra. A Dios le agrada que le recordemos Sus promesas.

Unos 13 años después de haber completado el muro, el sacerdote Esdras leyó la Palabra de Dios públicamente durante una cuarta parte del día a casi 50,000 personas (¡y posiblemente por 23 días consecutivos!). Ellos confesaron y adoraron durante otra cuarta parte del día. Su oración de confesión toma 33 versos del libro, y es un gran modelo para que oremos por las necesidades de nuestro país.

Luego de enumerar sus pecados, oraron diciendo: “…Pero Tú eres un Dios de perdón, clemente y compasivo, lento para la ira y abundante en misericordia, y no los abandonaste…en el tiempo de su angustia clamaron a Ti, y Tú escuchaste desde el cielo, y conforme a Tu gran compasión Les diste libertadores que los libraron de mano de sus opresores.” (Neh. 9:17, 27). A Dios le agrada que le recordemos no sólo Sus promesas, sino también quién es Él y las cosas que hizo por Su pueblo en el pasado.

Ester (4:13-14)

Las oraciones de Mardoqueo y Ester durante su ayuno de tres días no están registradas, pero podemos ver que el ayuno fue esencial, dadas sus extremas circunstancias. Mahesh Chavda es un ministro cristiano que ayuna con regularidad. Él escribe: “El ayuno libera el poder del Espíritu en nuestras vidas…facilita un movimiento más libre del Espíritu Santo por medio nuestro al disolver y remover la basura en nuestras vidas.” Cuando necesitamos un milagro, debemos seriamente considerar ayunar.

Las palabras de Mardoqueo a Ester aclaran que existen más intercesores: “Porque si permaneces callada en este tiempo, alivio y liberación vendrán de otro lugar para los judíos…” (Est 4:14). Pero a veces, estamos en una posición singular para interceder y otros no lo están. Otras veces pensamos que alguien más puede orar, o dudamos que nuestras oraciones tengan algún efecto, pero Santiago dice: “La oración  eficaz del justo puede lograr mucho” (Sant. 5:16). Si usted añade el ayuno a la intercesión, tendrá una gran receta para la victoria.

Daniel (9:4-19)

Cuando Daniel leyó la profecía de Jeremías de que la cautividad babilónica duraría 70 años, se dio cuenta que estaban a punto de terminar ese tiempo y volvió su rostro al Señor en “oración y súplicas, en ayuno, cilicio y ceniza” (v. 3). La primera frase en su oración fue un recordatorio a Dios de que Él era guardador del pacto para con Su pueblo.

Daniel también oró en plural, y usó uno de los argumentos de Moisés: “…por amor de Ti mismo, oh Señor, inclina Tu oído, Dios mío, y escucha…Pues no es por nuestros propios méritos que presentamos nuestras súplicas delante de Ti, sino por Tu gran compasión” (vs. 17-18). Esa es la base para toda oración contestada, cuando procuramos la gloria de Dios. Dios ha hecho muchas promesas, y si no las guarda, difamará Su Nombre y la manera en que el mundo lo percibe (vea Ezeq. 36:22-23). Podemos usar ese argumento en nuestras oraciones, recordándole que cuando responde a nuestras oraciones, Su nombre es glorificado.

Efectuando Cambio:

¡Podemos efectuar cambio!, ya sea en la vida de un individuo o una nación. A continuación un ejemplo de ambos.

Una mañana durante nuestras oraciones en la oficina, una voluntaria canadiense nos relató la asombrosa historia de cómo la intercesión cristiana en Canadá cambió a su nación. Hacía como 16 años, Canadá se encontraba en una profunda crisis. La nación estaba profundamente dividida entre grupos poblacionales, marcada por escándalos políticos y paralizada por una tambaleante economía. La antigua división entre canadienses franceses y británicos amenazaba dividir la nación.

El Señor reveló al remanente de la iglesia canadiense que la raíz de la condición de la nación era un espíritu de antisemitismo. Con el mandato del Señor de “llenar la tierra con lágrimas,” miles de intercesores se reunieron en una santa asamblea para arrepentirse de sus ofensas contra el pueblo judío, y Dios misericordiosamente respondió según 2 Crónicas 7:14.

Puentes para la Paz ha sido beneficiado por esa oración, tanto que nuestra oficina en Canadá alcanzó hace dos años el nivel de un millón de dólares en donativos. Hoy día, Canadá experimenta el favor de Dios y ha sido bendecido con un Primer Ministro que defiende firmemente a Israel. ¡Usted también puede efectuar cambios en su propia nación! Reúnase con otros en su área cuando celebran reuniones especiales de intercesión.

Mi segundo ejemplo viene de una de las mejores películas que yo haya visto sobre el Holocausto llamado The Scarlet and the Black [El Escarlata y el Negro]. Es una historia verídica sobre un sacerdote católico llamado Monseñor Hugh O’Flaherty, quien sirvió en el Vaticano durante la Segunda Guerra Mundial y rescató a sobre 4,000 prisioneros de guerra y miles de judíos y civiles. Llegó a ser uno de los hombres más buscados en Roma por los nazis. El enemigo más agresivo del sacerdote fue el líder de la Gestapo en Roma, el coronel Herbert Kappler, quien fue responsable por la captura, tortura y asesinato de los que O’Flaherty trataba de rescatar.

Cuando terminó la guerra, Kappler fue condenado a la prisión por crímenes de guerra. ¡Su único visitante cada mes por 15 años fue O’Flaherty! ¡Qué compasión! En marzo de 1959, Kappler fue bautizado. O’Flaherty es una de las personas reconocidas como “Justos entre las Naciones” en el Memorial del Holocausto en Yad Vashem.

Posiblemente nunca alcancemos la estatura de los individuos que hemos estudiado en esta lección, pero no nos debemos desanimar. Mahesh Chavda escribe: “No te sientas impotente cuando escuches o leas sobre los logros de ciertos líderes o ministros de Dios, diciendo ‘Bueno, yo nunca haré eso. Nunca alcanzaré esa medida.’ Dios nunca quería que te midieras según otra vida; Él quiere que alcances la medida de Sus propósitos para tu vida. Dios nos da esas personas como ejemplo para animarnos a seguir adelante en ciertas áreas importantes según Sus planes y propósitos en nuestras propias vidas.”

Animémonos y ofrezcámonos a Dios como intercesores. Aunque algunas personas son muy ungidas para la intercesión, nadie está exenta de esa responsabilidad. A continuación ofrezco algunas sugerencias para los principiantes: Comience orando por 10 minutos, y poco a poco aumente su tiempo a medida que se acostumbra a la disciplina. Ore por ciertas necesidades en la mañana y por otras en la noche. Use las oraciones de Pablo cuando oraba por otros (vea abajo). Únase a un grupo de oración. Hay poder en la oración de unidad y acuerdo, y usted puede aprender de las oraciones de otros.

Dios busca a personas que intercedan por este mundo quebrantado. No queremos vivir en tiempos como de Ezequiel, cuando Dios no encontró a nadie para orar, sino que pueda encontrar a alguien en este siglo 21. La pregunta es: ¿Estamos dispuestos a pagar el precio?

Por Charleeda Sprinkle,
Editora Asistente

Oraciones por Israel: 

Moisés (Núm. 14:13-19)   Salomón (1 Reyes 8:23-61)   Josafat (2 Crónicas 20:6-12)  Nehemías (Neh. 1:5-11)    Isaías (Isa. 63:15 - 64:12)    Jeremías (Jer. 14:7-9, 19-22)   Daniel (Dan. 9:4-19)

Oraciones por Otros:
2 Cor. 9:10-11      2 Cor. 13:14     Ef. 1:17-20       Ef. 3:14-19     Fil. 1:3-6, 9-11     Col. 1:9-11
1 Tes. 1:1b-4       1 Tes. 3:12-13  1 Tes. 5:23-24, 28    2 Tes. 3:16     2 Tim. 4:22   Fil. 4-6, 22
Heb. 13:20-21      2 Ped. 1:2

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