LA PALABRA DE DIOS EL AGUA Y LA VIDA



La Palabra de Dios y la lluvia:

La lluvia que año con año baña la tierra de Israel, contiene un vasto simbolismo de la Palabra de Dios. Solo entendiendo la relación que para el pueblo de Israel guardaban la lluvia y la Palabra, entenderemos el significado de los conceptos que emanan de Ésta, tales como el «bautismo», entre otros.

El libro de Isaías dice así:

Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié. Isaías 55:10-11

Una de las innumerables cosas que este pasaje nos enseña, es que así como la lluvia y la nieve, en el plano terrenal, descienden del cielo para sanar la tierra y volverla fértil; permitir que los manantiales se vuelvan a surtir de agua viva; hacer que los campos reverdezcan para alimentar a los rebaños; y hasta proveer dónde bañarse. En el plano espiritual la Palabra de Dios lleva a cabo el mismo propósito limpiador, regenerador y dador de vida.

A continuación analizaremos brevemente los usos de la lluvia en su propósito terrenal y juntamente con ello, sus significados espirituales en relación con la Palabra.


La Palabra de Dios y los manantiales:

En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Juan 7:37-38

El agua viva, es decir, el agua pura que brota del manantial, viene del cielo. Los manantiales dependen de la lluvia, y cuando llueve poco o deja enteramente de llover, el agua que de ellos brota se torna escasa e inclusive hasta deja de fluir por completo. Aun cuando se vea fluir el manantial del propio suelo, lo cierto es que es la lluvia la que lo nutre. Porque es el agua de la lluvia, que se ha filtrado a través de la tierra, la que brota a la superficie en forma de surtidor o manantial, yendo a alimentar después algún lago o río, que la conduce al mar, de donde pasa en forma de vapor a las nubes, las cuales nos la devuelven convertida en agua nuevamente bajo la forma de lluvia. 

Así que la Palabra no solo es la lluvia que viene del cielo, sino también el agua viva que brota limpia del manantial que está en los depósitos debajo de la buena tierra, que son los corazones de los hombres que obedecen a Dios y hacen su voluntad.


La Palabra de Dios y la tierra fértil:

Visitas la tierra, y la riegas; En gran manera la enriqueces; Con el río de Dios, lleno de aguas, preparas el grano de ellos, cuando así la dispones. Haces que se empapen sus surcos, haces descender sus canales; La ablandas con lluvias, bendices sus renuevos. Salmo 65:10-11

La lluvia vuelve a la vida la tierra. Así como la tierra, que por muy buena que sea, cuando se seca y se pone dura, ya nada puede penetrar en ella para hacerla dar fruto, pero al caerle la lluvia se ablanda y vuelve a ser fértil para ser sembrada con semilla; también el corazón del hombre, por muy bueno que sea, sucede que se seca y se pone duro, y es entonces que necesita el agua del Espíritu de Dios para ablandarse (Marcos 8:17) y volver a la vida, para que la semilla que es la Palabra de Dios (Lucas 8:11) germine y de fruto abundante.


La Palabra de Dios y los campos que reverdecen:

El Señor es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar. Junto a aguas de reposo me pastoreará. Salmo 23:1-2

Tal como la lluvia, que cambia el árido paisaje de Israel y milagrosamente lo vuelve fértil y verde, y con ello da abundantes pastos para los rebaños, así también en lo espiritual la Palabra es nuestro alimento no solo abundante, sino también delicado. 

Las palabras «delicado» y «delicioso» tienen la misma raíz: «deleite». Los pastos delicados son los pastos deliciosos. La Palabra de Dios es alimento delicioso, en el que nosotros, sus rebaños, nos deleitamos.


La Palabra de Dios y la limpieza personal:


De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Juan 3:5
...así como Cristo amó a la iglesia...habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la Palabra...Efesios 5:25-26

Para el hombre el agua siempre será el elemento limpiador por excelencia. En el pensamiento de los hombres en tiempos bíblicos, mientras que el baño con agua remueve las impurezas del cuerpo, la inmersión ritual (2 Reyes 5:10-14) remueve las impurezas del ser interior. Impurezas que impiden la comunión con El Señor.

POR: LA CASA DE LA PALABRA

Comentarios