EL NECIO DICE EN SU CORAZÓN: "NO HAY DIOS"
Desde la primera página la Biblia afirma que Dios creó los cielos, la tierra y todo lo que contiene. La ciencia nunca ha podido contradecir esta afirmación. «Sobre el origen de la vida, no nos queda otro remedio que reconocer que no sabemos nada». Esta declaración del científico Jean Rostand sigue siendo válida hasta hoy. Cada descubrimiento plantea más problemas de los que resuelve. Las hipótesis de los científicos nos dejan en la duda. La Biblia dice claramente que no somos el producto de la casualidad, sino de la divina y sabia voluntad.
Dice el necio en su corazón: «No hay Dios». Salmos 14:1
…Creó Dios los cielos y la tierra. Génesis 1:1.
Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía. Hebreos 11:3.
Desde la primera página la Biblia afirma que Dios creó los cielos, la tierra y todo lo que contiene. La ciencia nunca ha podido contradecir esta afirmación.
«Sobre el origen de la vida, no nos queda otro remedio que reconocer que no sabemos nada». Esta declaración del científico Jean Rostand sigue siendo válida hasta hoy.
Cada descubrimiento plantea más problemas de los que resuelve. Las hipótesis de los científicos nos dejan en la duda. La Biblia dice claramente que no somos el producto de la casualidad, sino de la divina y sabia voluntad.
La ciencia llega a conclusiones inciertas e inestables. El biólogo Rémy Chauvain explica que la teoría de la evolución, tan valiosa para Darwin, tuvo mucha aceptación porque era la única solución para sustituir la idea de Dios, que molesta la conciencia de mucha gente. Junto con muchos otros sabios de los más sobresalientes, físicos, biólogos, astrónomos, se pregunta: – ¿No habría un gran Ingeniero?
En un lenguaje sencillo, que puede ser comprendido por los hombres de todos los tiempos, la Escritura revela cuál es el origen del hombre y del universo. Ella no nos ha engañado. En cambio, la ciencia evoluciona sin cesar, y las teorías que ayer eran presentadas como certezas, poco a poco son abandonadas.
Volvamos, pues, al Libro de Dios para descubrir en él no sólo nuestro origen, sino las promesas de Dios, quien quiere salvarnos.
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