"Amalec"
El diccionario define la guerra como una “lucha armada entre diferentes naciones o entre bandos de una misma nación.” Todos los 192 miembros estados de la Organización de las Naciones Unidas han tenido conflictos armados en algún momento u otro. La ONU también estima que pueden existir entre 39 y 45 conflictos armados en el mundo a la vez. De todos ellos, ninguno parece atraer tanta atención mundial como las que son impuestas a Israel.
Por ser una nación tan pequeña, Israel ha atraído enorme atención a través de las edades. Aunque el país tiene pocos recursos naturales, su ciudad capital ha sido conquistada sobre 27 veces en la historia. Por milenios, la nación se ha encontrado en estado de conflicto armado debido a ejércitos ocupantes, o ha sido controlada a la distancia por dueños extranjeros. Desde el antiguo Egipto, el Imperio Romano, Persia y el Imperio Turco Otomano, Israel nunca ha carecido de enemigos. Para los judíos que han vivido en la diáspora (fuera de la tierra de Israel), la situación también ha sido muy sombría. Actualmente, el antisemitismo se encuentra en un nivel elevado en todas partes del mundo, y la nación de Israel enfrenta amenazas desde casi cualquier esquina.
Por lo tanto, si le preguntáramos a la comunidad judía quién ha sido el mayor enemigo de Israel, recibiríamos varias respuestas. Podríamos escuchar nombres como Adolfo Hitler, Ahmadinejad, Hamás o hasta Senaquerib (el rey asirio en 1 Reyes 18-19). Sin embargo, nos sorprendería saber que muchos creen que el principal enemigo de Israel hoy día es el mismo que ha tenido a través de toda su historia: Amalec.
¿Por Qué Amalec?
Los amalecitas, siendo un pueblo nómada, vivían en la región sur de la tierra de Canaán, y a veces ocupaban las planicies más fértiles del Néguev. Amalec, su líder, era hijo ilegítimo de Elifaz y nieto de Esaú. En Génesis 25:29-34 se encuentra la historia de Esaú cuando vendió su herencia a su hermano Jacob. Esa herencia como primogénito incluiría todo lo que pertenecía al padre, y Esaú hubiese sido el heredero de las promesas del pacto de Dios con Abraham en lugar de Jacob. Sin embargo, Esaú renunció a ese legado por un plato de lentejas. Los rabinos señalan que Esaú, aunque hubiese tenido algo de hambre, no se estaba muriendo de hambre. Él era un joven saludable, criado en unas condiciones familiares muy prósperas, y hubiese tenido todo lo que necesitaba. Según opinan los rabinos, su disposición por vender la primogenitura era indicio de una crasa desvaloración de su significado. Esaú era frívolo e irrespetuoso hacia las tradiciones de su padre, y tenía poca estima de su futuro. Pero culpó a Jacob por su propia pérdida, se llenó de odio hacia él, y determinó matarlo.
Esaú transmitió ese mismo odio a su nieto Amalec, y lo animó a perseguir a Jacob y a sus descendientes para matarlos. Un midrash (interpretación bíblica en forma de narración didáctica) dice que cuando Esaú envejecía, llamó a su nieto Amalec y le dijo: “Traté de matar a Jacob, pero no pude. Ahora te encargo a ti y a tu descendencia la misión importante de aniquilarles - al pueblo judío. Realiza esa misión por mí. Sé implacable y no les muestres misericordia.”
El primer encuentro de Israel con su enemigo Amalec se narra en Éxodo 17:8-16. Luego de haber escapado de la opresión egipcia y de los ejércitos del Faraón, los israelitas comenzaron a vagar por el desierto y fueron atacados por los amalecitas de Refidim. No hubo provocación alguna, y el Señor lo vio como especialmente abominable. Dios ordenó a Josué para que condujera su ejército en batalla contra Amalec mientras Aarón y Hur elevaban los brazos de Moisés “hasta que se puso el sol,” logrando así la victoria para Israel (Éx. 17:12). El verso 16 añade que “el SEÑOR hará guerra contra Amalec de generación en generación," y por eso los rabinos interpretan que la guerra será perpetua.
Ese incidente se recuerda en Deuteronomio 25:17-19. El Señor ordenó a Su pueblo para que recordase ese encuentro con Amalec. Dios reconoció que el ataque no fue provocado, sino que Amalec atacó a los débiles, fatigados y cansados en la retaguardia. El Señor enfatizó que Amalec no tuvo consideración por Él ni por el estatus especial de Su pueblo. La simple razón por hacerlo, según los rabinos, fue que Amalec siguió las instrucciones de su abuelo. El ataque nada tenía que ver con propiedad, fronteras o agua. Fue el resultado de su implacable odio hacia los descendientes de Jacob. Por eso, además de no olvidarse de Amalec, Dios les dijo: “borrarás de debajo del cielo la memoria de Amalec” (v. 19).
Ese fue sólo el principio, según los rabinos. La descendencia de Amalec llegó a ser el enemigo número uno del pueblo judío. La razón por la existencia de Amalec siempre será diametralmente opuesta a la Torá, que honra a Dios y enseña a Su pueblo cómo vivir en pacto con Él. El Talmud (comentario rabínico) declara que el trono de Dios nunca será plenamente establecido hasta que la semilla de Amalec, la encarnación de odio y maldad, sea destruida para siempre. De esa manera, los rabinos claramente enseñan que el pueblo de Amalec es la esencia de la maldad humana.
Amalec a través de la Historia:
Las Escrituras Hebreas narran muchas confrontaciones entre los israelitas y los amalecitas, quienes asesinaban y saqueaban al pueblo de Dios. Su odio no tenía tregua, y hacían alianzas con cualquiera que era hostil hacia Israel. Los moabitas, amonitas y quenitas eran algunos de los que se unían con los amalecitas en sus esfuerzos por destruir a los descendientes de Jacob. Sin embargo, Dios a veces favorecía a los ejércitos de Israel para darles la victoria sobre su enemigo. Saúl capturó al rey amalecita, Agag, y destruyó ese pueblo a la espada.
Luego, David les hizo guerra, según vemos en 1 Samuel 30. Allí nuevamente encontramos la cobardía de los amalecitas, quienes atacaron a su pueblo mientras David y sus hombres se encontraban luchando en otra parte, llevándose cautivas a las mujeres y a los niños. Sin embargo, David los alcanzó y retomó los cautivos y el botín, y destruyó a todos los amalecitas, excepto algunos que escaparon. En 1 Crónicas dice que durante tiempos de Ezequías, 500 hombres de la tribu de Simeón mataron a los últimos remanentes de los amalecitas que se habían asentado en el Monte Seir. Pero esa no fue la final destrucción de los amalecitas.
Esther 3:1 habla sobre uno de los más conocidos descendientes de los amalecitas. Amán fue identificado como pariente de Agag, rey de Amalec. El deseo de Amán por destruir totalmente al pueblo judío es una expresión de su antigua tradición nacional, su herencia familiar. Más tarde en la historia, también se ha identificado sangre amalecita entre otros enemigos de Israel, incluyendo Hitler y el Káiser Wilhelm de Alemania.
Aplicaciones Espirituales:
Existe un concepto fundamental en muchas ramas del judaísmo de que lo que se percibe en nuestro mundo material es reflejo de lo que ocurre en un nivel espiritual invisible. Se realizan guerras a ambos niveles, y la victoria tiene mucho más que ver con la espiritualidad que con lo físico. Una nación permanece o cae basada en su naturaleza espiritual. Los rabinos enseñan que hay gran diferencia entre la naturaleza espiritual de Amalec y la de las otras naciones. Dicen que el espíritu de Amalec es Samael, el ángel del mal, o Satanás mismo.
Los sabios señalan que en Éxodo 17:16, Dios juró que destruiría a Amalec. Pero luego en Deuteronomio 25:19, Dios ordenó a Su pueblo que lo destruya. Si Dios prometió librar al mundo de Amalec, ¿por qué le dijo a Su pueblo que lo hiciera? En el caso de las demás naciones, es Dios quien libra la batalla en el ámbito espiritual, dejando al pueblo que se encargue de lo físico. Sin embargo, los rabinos dicen que con Amalec es todo lo contrario. El pueblo de Dios debe destruir al espíritu de Amalec de debajo del cielo. ¿Y cómo podrán hacer eso?
Cuando Isaac bendijo a su hijo Jacob en Génesis 27:22, dijo: "La voz es la voz de Jacob, pero las manos son las manos de Esaú." Eso significa, según los sabios, que cuando Jacob se afloja en la tarea del estudio de la Torá, en oración y en buenas obras, las manos de Esaú se fortalecen. También nosotros, cuando nos debilitamos en nuestro servicio a Dios, el espíritu de Amalec gana fuerza, y mientras permanezca fuerte, no podrá ser destruido de debajo del cielo. Por eso, dicen los rabinos, es responsabilidad del pueblo de Dios de vivir en santa humildad, libre de pecado, y de esa manera privar al espíritu de Amalec el poder que necesita para ser victorioso.
Otra aplicación espiritual se encuentra en la frase “te salió al encuentro” de Deuteronomio 25:18. La palabra “encuentro” viene de la palabra hebrea karja, que significa literalmente “coincidencia.” Los rabinos dicen que eso indica que la filosofía de Amalec propone que no existe diseño o providencia divina, sino sólo suerte o destino. Por eso el verso continúa diciendo que “él no temió a Dios.”
Por otro lado, los descendientes de Jacob representan un alto nivel de moralidad y conciencia. Su mundo tiene propósito y significado, ya que cada individuo ha sido creado a imagen de Dios. Bajo ese principio, los judíos introdujeron al mundo los conceptos de monoteísmo, igualdad y educación para todos. Eso fue en cumplimiento de lo que Isaías describió como ser “luz de las naciones.” Aunque Jacob reconocía que Dios controlaba el mundo y creía en un estándar absoluto de moralidad, Esaú representaba una creencia en la casualidad y moralidad subjetiva. Los judíos actualmente se interesan en cuidar al vulnerable y débil dentro de un mundo ordenado por el Todopoderoso, pero el espíritu de Amalec es lo contrario, atacando a los débiles y arrastrándolos hacia su mundo de caos.
Una última lección que podemos aprender de ésto proviene de la tradición jasídica. Luego de que el pueblo judío experimentara una asombrosa demostración de poder de Dios – las diez plagas sobrenaturales, la apertura del Mar Rojo y el maná del cielo – fueron librados del gobernante más poderoso en esos momentos y fueron cuidados en uno de los ambientes más hostiles posibles. Pero su relación con Dios fue marcada por repetidas dudas e incredulidad, duda irracional comparada con sus experiencias, y más poderosa que la razón. Fue esa duda la que dejó al pueblo judío susceptible a los ataques de Amalec.
El Talmud pregunta: ¿a qué se compara el incidente de Amalec? A una bañera de agua hirviendo imposible de entrar. Pero luego llega un malhechor y se mete a la bañera. Aunque se quema, la enfría para que los demás no la puedan usar.
Igualmente, cuando Israel salió de Egipto, y Dios partió el mar y ahogó a los egipcios, el temor de ellos cayó sobre todas las naciones. Pero cuando Amalec vino y los retó, aunque recibió lo que merecía, enfrió el respeto de las naciones hacia el pueblo de Israel. Así actualmente, la batalla entre el espíritu de Amalec y el pueblo de Dios es una batalla entre la verdad y la falsedad. Sólo la verdad de Dios podrá prevalecer contra los impulsos y deseos egoístas del ser humano para que viva de manera agradable a Dios.
Pero, según el Rabino Sarga Simmons, las facultades racionales del hombre son impotentes contra el reto de un Amalec que salta a la bañera de agua hirviendo, se burla de la verdad, y enfría los momentos más inspiradores con un irrespetuoso, “¿y qué?” Amalec no reta la verdad con argumentos – simplemente la desprecia. Amalec responde con apatía y cinismo al mandato divino de amar la verdad.
Amalec en Otras Tradiciones:
El judaísmo no es la única religión que presta gran importancia a Amalec. Como en otras áreas, la perspectiva musulmana sobre Amalec también ha sido influenciada por el judaísmo y el cristianismo. Las enseñanzas sobre la temprana historia de los amalecitas son muy similares a las del judaísmo. Sin embargo, muchos autores árabes y musulmanes luego crearon historias alegando, sin evidencia histórica, que ellos gobernaron sobre toda la Arabia y las naciones vecinas, especialmente Egipto. Hasta hace poco, el enfoque siempre ha sido uno geográfico y político, pintando un cuadro bastante romántico de que los amalecitas eran una tribu árabe que de vez en cuando penetraba el área de Canaán para realizar intercambios comerciales, encontrar esposas y hacer guerra contra sus vecinos. Pero en recientes tiempos, muchos escritores islámicos han pintado un cuadro de los amalecitas como desafortunadas víctimas de “genocidio israelí,” sin tomar en cuenta el mandato histórico o bíblico de Dios por destruir a los amalecitas.
Aunque algunos cristianos interpretan la Biblia literalmente, reconociendo que Amalec fue una verdadera figura histórica, la mayoría de los cristianos lo ven como un símbolo de la hostilidad del mundo hacia el reino de Dios. En su libro Bible History [Historia de la Biblia], Alfred Edersheim defendió esa tipología: “La contienda de Amalec, por ende, ha sido intencional, no tanto contra Israel como simple nación, sino contra Israel en su carácter como pueblo de Dios. Fue el primer ataque de los reinos de este mundo contra el reino de Dios, y por eso es típico de todos los ataques que han seguido luego.”
Construyendo sobre esa tipología, muchos pastores hoy día enseñan que Amalec es representativo de la carne, tipificando todo lo que es malo en la naturaleza humana. Las confrontaciones entre Israel y los amalecitas son vistas como un presagio de las batallas que pelea todo aquel que procura vivir de manera santa a medida que lucha contra el enemigo interior.
Sin embargo, hay un creciente número de cristianos que, aunque podrían estar de acuerdo con que Amalec pueda representar los deseos de la carne, también lo reconocen como un verdadero e histórico enemigo del pueblo judío cuyo odio innato e irracional hacia los descendientes de Jacob continúan influenciando al mundo en que vivimos.
Por lo tanto, ¿cómo deben responder los cristianos? Debemos recordar lo siguiente: quién es Amalec; la batalla que lidiamos; lo que Dios ha logrado; y lo que Dios todavía hará en Su fidelidad. Los sabios enseñan que no debemos participar en las cosas mundanas y que evitemos entrar en embrollos pecaminosos. Recuerde su primer amor, y Él le ayudará a resolver cada desafío, racional o no.
El Espíritu de Amalec:
El antisemitismo es uno de los fenómenos más extraños del mundo moderno. Aunque muchos grupos poblacionales han sufrido opresión e incluso genocidio, ningún otro pueblo ha experimentado un odio tan universal como el pueblo de Israel. El antisemitismo no tiene paralelo sociológico. Aún la palabra es especial. Es la única palabra que describe al odio hacia un pueblo distintivo. No existe una palabra por odio hacia el francés, o hacia el irlandés o hacia el alemán, aunque cada uno de esos pueblos han sufrido amarga opresión y guerra durante sus respectivas historias.
El pueblo judío es el único pueblo en el mundo que ha sido víctima de odio especial desde tiempos de Isaac e Ismael. Según explican los rabinos, eso refleja las predicciones en la Torá de que el Señor estará en perpetua guerra contra Amalec, la nación con un odio innato hacia Su pueblo, hasta la venida del Mesías. En la actualidad, muchos cristianos y judíos creen que nos adentramos a un período en que el Mesías está pronto por venir. Si eso es verdad, no nos debería sorprender ver un aumento extraordinario en antisemitismo alrededor del mundo, y odio hacia Israel a un nivel sin precedente. El espíritu de Amalec no descansará hasta que este malvado haya sido destruido o hasta que haya alcanzado su victoria sobre el pueblo de Dios.
La tradición judía identifica a cuatro pecados que tipifican el espíritu de Amalec, basado en Amós 1:11, lo que dice: “Así dice el SEÑOR: "Por tres transgresiones de Edom [la nación de Esaú], y por cuatro, no revocaré su castigo, porque con espada persiguió a su hermano, y suprimió su compasión; su ira continuó despedazando y mantuvo su furor para siempre.”
Basándose en esos versos, los sabios detallan los siguientes pecados que identifican con Amalec y sus seguidores, los que Dios nunca perdonará:
- por perseguir al pueblo judío con la espada e intentar aniquilarlo,
- por suprimir su compasión hacia el pueblo judío,
- por siempre intentar despedazar al pueblo judío de cualquier medio,
- por estar siempre airado contra la existencia misma del pueblo judío.
A través de la historia, muchos han hecho lo mismo que Amalec, según los versos anteriores. Trágicamente, por casi 2,000 años, gran parte de la Iglesia también siguió ese ejemplo. Por causa de dicha historia, algunos en el judaísmo han relacionado el cristianismo con Edom y Esaú, junto con el islam. Alegan que como Amalec era ilegítimo, ambas religiones también lo son, habiendo surgido del judaísmo y siendo llenas del espíritu de Amalec. De la misma manera en que Amalec se portó arrogantemente contra Dios, rehusando reconocer Su poder y la posición especial de Su pueblo, y descartando lo que Dios hizo con un cínico “¿y qué?”, la Iglesia también rehusó reconocer el pacto de Dios con los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob, y arrogantemente los persiguió en nombre del cristianismo.
La siguiente historia es una de tantas que han propiciado el horrendo abismo que existe entre judíos y cristianos:
De niña, mi madre, abuela y yo fuimos trasladadas al sur de Bavaria. Allí, los niños cristianos me atacaban sin pena, me perseguían, me golpeaban, me derramaban las cosas del bulto escolar, me insultaban y calumniaban a mi madre. Nadie vino a mi ayuda – no tenía padre ni hermano. Estaba indefensa y abandonada, mientras la gente miraba sin hacer nada. Cuando yo pateaba o arañaba en auto-defensa, me calumniaban como el diablo e insultaban de nuevo a mi madre. Me condenaban por defenderme y me llamaban el diablo, o me difamaban como debilucha si no me defendía.
A muchos cristianos se nos hace difícil comprender que nosotros, los seguidores de nuestro precioso Mesías judío, seamos confundidos con personas como Hitler, Ahmadinejad, los asirios, los babilonios o los romanos. Pero claramente nuestra historia está repleta de antisemitismo del tipo delineado por el profeta Amós. Muchas naciones, líderes, individuos y, tristemente, cristianos son culpables ante el Señor por odiar al pueblo judío. Denominaciones cristianas que han aceptado y enseñado la Teología del Reemplazo cargarán la culpa de generaciones de haber perseguido a quienes Dios dijo que serán su tesoro preciado por siempre. Por medio de ellos el espíritu de Amalec se ha fortalecido y prosperado a través de las edades.
Hoy día, es evidente que muchos en el mundo islámico personifican las palabras de Amós. Claramente, el espíritu de Amalec perpetúa los esfuerzos de Amalec por destruir a los descendientes de Jacob. Los actuales disturbios en el mundo árabe, el aumento en el fundamentalismo islámico, la deslegitimación de Israel y la incapacidad de la comunidad internacional por ayudar a Israel son todos síntomas de que el mundo ha sido infectado por el espíritu de Amalec.
Los cristianos, como pueblo de Dios, debemos recordar eso. Dios nos ha llamado a estar en la brecha por la nación y el pueblo de Israel. Debemos orar, interceder, declarar las palabras de Dios y proclamar Su victoria hasta que ésta haya sido alcanzada. Pero también debemos recordar la importancia de vivir en santa humildad, libres de pecado, para que no fortalezcamos el espíritu de Amalec. En cierta manera, el pecado no es meramente un asunto entre yo y el Señor. En el ámbito espiritual, añade leña al fuego de Amalec.
Y debemos recordar nuestra propia historia. Sólo por medio de nuestros actos de amor y arrepentimiento, extendiendo nuestras manos en sinceridad y respeto hacia el pueblo judío y demostrando el verdadero rostro del cristianismo, podremos hacer nuestra parte por destruir el espíritu de Amalec de debajo del cielo.
Por Rev. Cheryl Hauer
Directora de Desarrollo Internacional
Muy interesante este articulo. Nos ayuda a comprender y a entender la bendiciones de Dios sobre el pueblo de Israel. Dios bendiga y proteja eternamente a Israel.
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